—¿Creía qué dijiste qué iríamos a una fiesta? —pregunté al ver a Aster estacionar su auto frente a su casa.
—Iremos —Señalo con su dedo índice hacia mi pantalón de vestir y mi camisa: Mi uniforme de trabajo—. Pero no puedes ir vestida así.
Salió cerrando de un portazo rodeando el auto para poder abrirme la puerta. Su mano toma mi muñeca dirigiéndome hacia la entrada de su casa, saca de uno de los bolsillos delanteros de su pantalón unas llaves metiéndolas en la perilla y dejarme ver una vez más el interior de la casa.
Me quedo sorprendida al ver varios hombres caminar de un lado a otro por la casa, algunos cargaban grandes floreros, otros sillas y algunos mesas; todos vestidos como camareros. Aster parece buscar entre todos los chicos a alguien y cuando por fin lo encuentra me obliga a caminar detrás de él.
—¡Astrid! —gritó llamando la atención de una chica rubia—. Lamento la tardanza.
Era la misma chica que nos había abierto la puerta la otra noche a Merida y a mí.
—Me dijiste que no tardabas, mira la hora, Aster.
Aquella chica rubia utilizaba una falda negra que llegaba arriba de sus rodillas, una impecable camisa blanca, una corbata del mismo color de su falda y de sus altos tacones. Su ondulado cabello lo tiene suelto dejándome ver que llegaba debajo de sus pechos y utilizaba un flequillo de lado que dejaba solo al descubierto su ceja izquierda.
—Lo siento, pero, tuve una complicación al ir por Elsa —Ambos dejan de hablar y voltean a verme como si fueran uno solo—. Es la chica de la que te hablé, ¿crees poder hacer algo por ella?
La azulada mirada de ella me recorre de pies a cabeza y con una gran sonrisa que se dibuja en su rostro por verme como si fuera algún tipo de juguete nuevo.
—Será sencillo, ella es bonita no necesita ayuda para verse hermosa.
Mi ceño se frunce al no entender de que estaban hablando, pero al parecer me habían dicho que era bonita.
—¿Entonces me vas a ayudar? —inquirió Aster.
—Te dije que lo haría, pero quiero que me prestes a mi hermana.
—Hecho —Aster voltea a verme quitando de mi mano mi abrigo y mi bolso—. Ve con ellas, te prometo que no te harán nada malo.
Miro a Astrid que hace una señal con su mano y casi al instante aparece otra chica rubia, que estaba vestida igual que ella. Podía notar por las facciones de su rostro y de su cuerpo que ella aún era una adolescente de tal vez dieciséis o diecisiete años.
—Sophie, necesito que me ayudes con ella.
Aquella chica llamada Sophie me mira de pies a cabeza como lo había hecho Astrid, pero a diferencia de la anterior ella no sonríe; su mirada deja de estar sobre mí para ver hacia al hombre que esta parado a lado mío y que al notar que lo miraba él mira hacia otro lado de la casa, como si no quisiera verla.
—De acuerdo. —respondió con su cabeza agachada.
Astrid al mirar como agachaba su cabeza le da pequeñas palmadas en la espalda como si quisiera reconfortarla de algún modo. Sin decir nada, Sophie camina hacia las escaleras pasando a un lado de nosotros sin tan siquiera haberse tomado la molestia de haber saludado a Aster.
—Lamento la reacción de mi hermana —expresó Astrid—, no es nada contra ti.
Por reflejo miro hacia Aster quien estaba cruzados de brazos con mi bolso y mi abrigo en una de sus manos, su mirada estaba puesta en uno de los ventanales sin importarle la fija mirada de Astrid y la mía.

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Querida Elsa:
FanfictionA veces solo necesitas esperar a que llegue la persona que hará que olvides... Tu pasado