Me había negado el ir al hospital, no quería que un hombre me tocara, ya no. Mi madre se había encargado de fotografiar cada parte de mi cuerpo como prueba de mi agresión.
—¡Lárgate de aquí! —gritó mi madre—. ¡¿Cómo te atreves a venir después de lo qué hiciste?!
Miro desde la ventana de mi habitación como mi madre saca la ropa de mi padre por la puerta, arrojándosela a la cara y ensuciándose con el fango que esta dejando la lluvia al caer al suelo. Mi padre no hace nada para defenderse o tratar de evitar que su ropa caiga.
—Iduna, por favor, escúchame —suplicó colocándose de rodilla—. Lo siento, sé que no tengo perdón por lo que le hice a nuestra hija, pero no tenía otra opción.
—¡Elsa, ya no es tu hija! —espetó en un grito—. ¡Está dejó de ser tu casa! ¡No vuelvas o te juro que llamaré a la policía!
El fuerte portazo retumba por toda la casa. No dejo de mirar como mi padre toma su ropa del suelo sin importarle lo sucia que esta de fango, camina con ella hasta su auto y se marcha sin mirar una última vez atrás. Lloré cuando aquel auto ya no estaba en mi campo de visión.
—¿Elsa? —llamó mi madre, entrando a mi habitación—. ¿Quieres qué te ayude a vestirte?
Niego con la cabeza provocando que las pequeñas gotas de agua caigan por mi cabello, mis manos dejan de aferrarse a mi pecho soltando finalmente mi bata y mirar a mi madre por encima de mi hombro. Ella sigue llorando que incluso sus ojos ya eran rojos al igual que su hinchado rostro.
Trata de llevar su mano a mi hombro, pero de inmediato me doy la vuelta para ir hacia la puerta y tomar el picaporte. Me ayudo agarrándome de los muebles que están a mi paso para evitar caerme al sentir mis piernas tan doloridas que me era casi imposible seguir caminando.
—Quiero estar sola.
Sin decir nada, ella sale de mi habitación y cuando la veo pasar por el marco de la puerta cierro con un fuerte portazo. Mi espalda se recarga en la fría pared para lentamente bajar hasta el piso y llorar mientras abrazo mis adoloridas y golpeadas piernas.
«¿Por qué lo hiciste, papá?»
La pregunta no salía de mi cabeza al recordar todo lo que había vivido por culpa de las apuestas de mi padre. Si tan solo mi madre nunca le hubiera creído esa mentira de "Voy a cambiar" "Ya no más apuestas" Nada de esto me hubiera pasado, si tan solo me hubiera escuchado cuando le decía que ya no volviera con él, si tan solo no hubiera regresado.
Me di cuenta de algo esa noche: Que en realidad con quien estaba furiosa era con mi madre, por haber permitido que él estuviera en nuestras vidas.
Me visto tratando de taparme lo mejor posible usando un mameluco gris que tenía tiempo de no utilizarlo, pero que ahora lo único que quería era tapar lo más que podía mi cuerpo. Con gran dificultan camino hasta la cama dejándome caer en ella cuando ya no puedo seguir moviendo mis piernas, me cubro lo más que puedo y trato de dormir, queriendo olvidar todo lo que me había pasado hoy.
Solo diez minutos logré dormir antes de que un fuerte grito saliera por mi garganta.
—¡No!
—¡Elsa! —llamó la voz de mi madre—. ¡Despierta!
Despierto bañada en un sudor frío, aparto las manos de mi madre de mi cuerpo cuando la siento tocar mi brazo y mi cadera para tratar de moverme y despertarme. Trato de calmarme al ver su rostro, pero por culpa de la oscuridad que reinaba en mi habitación me era imposible reconocerla, teniendo miedo de que fuera aquel hombre que había abusado de mí.
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Querida Elsa:
Fiksi PenggemarA veces solo necesitas esperar a que llegue la persona que hará que olvides... Tu pasado