🦌La Casa de los Gritos

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—No hay perro —gimió Ron. El dolor le hacía apretar los dientes—. Harry, esto es una trampa...

—¿Qué...?

—Él es el perro. Es un animago...

Ron miraba por encima del hombro de Harry. Los hermanos se dieron la vuelta. El hombre oculto en las sombras cerró la puerta tras ellos.

Una masa de pelo sucio y revuelto le caía hasta los codos. Si no le hubieran brillado los ojos en las cuencas profundas y oscuras, habría creído que se trataba de un cadáver. La piel de cera estaba tan estirada sobre los huesos de la cara que parecía una calavera. Una mueca dejaba al descubierto sus dientes amarillos. Era Sirius Black.

—¡Expelliarmus! —exclamó, dirigiendo hacia ellos la varita de Ron.

Las varitas que empuñaban Harry, Emily y Hermione saltaron de sus manos, y Black las recogió. Dio un paso hacia ellos, con los ojos fijos en Harry.

—Pensé que vendrían a ayudar a su amigo —dijo con voz ronca. Su voz sonaba como si no la hubiera empleado en mucho tiempo—. Su padre habría hecho lo mismo por mí. Habéis sido muy valientes por no salir corriendo en busca de un profesor. Muchas gracias. Esto lo hará todo mucho más fácil...

Harry oyó la burla sobre su padre como si Black la hubiera proferido a voces. Notó la quemazón del odio, que no dejaba lugar al miedo. Por primera vez en su vida habría querido volver a tener en su mano la varita, no para defenderse, sino para atacar... para matar. Sin saber lo que hacía, se adelantó, pero algo se movió a sus costados, y dos pares de manos lo sujetaron y lo hicieron retroceder.

—¡No, Harry! —exclamó Emily, petrificada. Ron, sin embargo, se dirigió a Black:

—Si quiere matar a Harry o a Emily, tendrá que matarnos también a nosotros —dijo con fiereza, aunque el esfuerzo que había hecho para levantarse lo había dejado aún más pálido, y oscilaba al hablar.

Algo titiló en los ojos sombríos de Black.

—Échate —le dijo a Ron en voz baja— o será peor para tu pierna.

—¿Me ha oído? —dijo Ron débilmente, apoyándose en Harry para mantenerse en pie—. Tendrá que matarnos a los cuatro.

—Sólo habrá un asesinato esta noche —respondió Black, acentuando la mueca.

—¿Por qué? —preguntó Harry, tratando de soltarse de Ron y de Emily—. No le importó la última vez, ¿a qué no? No le importó matar a todos aquellos muggles al mismo tiempo que a Pettigrew... ¿Qué ocurre, se ha ablandado usted en Azkaban?

—¡Harry! —sollozó Emily—. ¡Cállate!

—¡ÉL MATÓ A NUESTROS PADRES! —gritó Harry.

Y haciendo un último esfuerzo se liberó de Ron y de su hermana, y se lanzó.






Y entonces oyeron algo que no habían oído hasta entonces.

Unos pasos amortiguados. Alguien caminaba por el piso inferior.

—¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! —gritó Hermione de pronto—. ¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! ¡SIRIUS BLACK! ¡DENSE PRISA!

Black sufrió tal sobresalto que Crookshanks estuvo a punto de caerse. Harry apretó la varita con una fuerza irracional. ¡Mátalo ya!, dijo una voz en su cabeza. Pero los pasos que subían las escaleras se oían cada vez más fuertes, y Harry seguía sin moverse.

La puerta de la habitación se abrió de golpe entre una lluvia de chispas rojas y Harry se volvió cuando el profesor Lupin entró en la habitación como un rayo. El profesor Lupin tenía la cara exangüe, y la varita levantada y dispuesta. Miró a Ron, que yacía en la cama; a Hermione, encogida de miedo junto a la puerta; a Emily parada en el medio de la habitación con la respiración agitada; a Harry, que no dejaba de apuntar a Black con la varita; y al mismo Black, desplomado a los pies de Harry y sangrando.

harry potter || one shots y fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora