—Hoy les hablaré del patronus—dijo el profesor Lupin ante la clase de quinto año.
Todas las cabezas se giraron para encontrar otros ojos que no estuvieran al tanto de lo que el profesor había dicho y , sin esfuerzo, los encontraron.
—El Encantamiento Patronus es un encantamiento complicado y difícil —explicó Lupin mientras se apoyaba sobre su escritorio, atento a sus alumnos—. Hay magos cualificados que no saben realizarlo.
Lupin notó como varias miradas de nerviosismo corrieron por el aula y un aura de negatividad lo llenó.
—Provoca una fuerza de energía positiva para defenderse de los dementores —comentó levantándose del escritorio y caminando por entre las mesas—. No crean que no podrán hacerlo. Si bien es complicado, todos ustedes son capaces de encantarlo.
Los alumnos se removieron en sus sillas y quedaron expectantes de su profesor esperando que le explicara como hacerlo o le diera una demostración. Remus sonrió al ver que la única persona que no le estaba dando importancia era Irina que dibujaba corazones en su cuaderno.
—Irina, ¿Quieres intentarlo frente a toda la clase? —preguntó el profesor llamando su atención.
Irina saltó sobre su banco y cerró su libro rápidamente.
—No, no, no sé cómo se hace.
—Bien, entonces presta atención.
Ella asintió y sus ojos se posaron en el profesor con ropa andrajosa. Lupin se paró frente a toda la clase. Los chicos notaron que el se concentraba en algo y de su varita salía un gran animal que deslumbraba una fuerte luz plateada. Aquella especie de perro corrió entre los estudiantes y segundos después desapareció en el aire.
—¿Quién quiere ser el primero en intentarlo?
Todos levantaron la mano entusiasmados, más por saber qué era su guardián que por aprender el encantamiento en sí. Remus hizo que todos se desparramaran por el aula con la varita en alto y repitieran ciertas palabras, pero que antes tenían que pensar con mucho esmero el recuerdo más feliz que tuvieran.
—No lo sé, una persona que quieren mucho, una mascota, un viaje —ejemplificó caminando entre sus alumnos—. No les saldrá a la primera, pero si practican y saben cómo hacerlo estoy seguro que lo lograrán.
Irina se quedó en el medio de la habitación pensando en cuál era su recuerdo más alegre, cuál era el que la hacía sentirse feliz. Miró alrededor y algunos compañeros, los más talentosos, lograban lanzar una especie de humo plateado de su varita, pero se sentía bien de que ninguno pudiera aún realizar un animal.
Intentó concentrarse otra vez. Sus padres eran un gran motivo de alegría, pero aquel año su relación andaba tan deprimente que descartó ese recuerdo de su mente. Divagó un rato en sus ideas y después de unos minutos pensó en su novio.
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