☠️La cierva

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—¡La espada destruye los Horrocruxes! ¡Las armas fabricadas por duendes sólo se imbuyen de aquello que las fortalece! ¡Harry, esa espada está impregnada con veneno de basilisco!

—Y Dumbledore no se la dio a Emily porque todavía la necesitaba; quería utilizarla para destruir el guardapelo...

—... y debió de prever que si la ponía en su testamento no se la entregarían...

—¿Qué yo qué? —preguntó Emily al oír su nombre.

Ninguno le prestó atención.

—... y por eso hizo una copia...

—... y la puso en la urna de cristal...

—... y dejó la auténtica... ¿dónde?

Los chicos se miraron. Harry tuvo la impresión de que la respuesta estaba suspendida en el aire, muy cerca pero invisible. ¿Por qué Dumbledore no se los dijo? ¿O sí se los dijo y ellos no se dieron cuenta en su momento?

—¿Dónde pudo dejar la espada, Emily?

—¡Piensa! —le susurró Hermione—. ¡Piensa! ¿Dónde pudo dejarla?

—En Hogwarts no —contestó, y reanudó sus paseos por la tienda.

—¿Y en Hogsmeade?

—¿En la Casa de los Gritos? Allí nunca va nadie.

—Pero Snape sabe cómo se entra, ¿no sería eso un poco arriesgado?

—Dumbledore confiaba en Snape —le recordó Harry.

—No lo suficiente para explicarle que había cambiado las espadas —razonó Hermione.

—¡Sí, tienes razón! —Harry se alegró aún más de pensar que el anciano profesor había tenido ciertas reservas, aunque débiles, acerca de la honradez de Snape—. Entonces, ¿crees que decidió esconder la espada muy lejos de Hogsmeade? ¿Qué opinas tú, Ron? ¡Eh, Ron!

Harry lo buscó, y, por un instante, creyó que había salido de la tienda, pero entonces vio que se había tumbado en la litera de abajo, con cara de pocos amigos.

—Ah, ¿te has acordado de que existo?

—¿Cómo dices?

Ron dio un resoplido sin dejar de contemplar el somier de la cama de arriba.

—Nada, nada. Por mí pueden continuar; no quiero estropearles la fiesta.

Harry, perplejo, miró a Hermione y a Emily buscando ayuda, pero ellas estaban tan desconcertadas como él.

—¿Qué te pasa? —preguntó Harry.

—¿Que qué me pasa? No me pasa nada —respondió Ron, que seguía sin mirarlo a la cara—. Al menos, según tú.

Se oyeron unos golpecitos en el techo de la tienda. Había empezado a llover.

—Oye, es evidente que algo te ocurre —insistió Harry—. Suéltalo ya, ¿quieres?

Ron se sentó en la cama; tenía una expresión ruin, nada propia de él.

—Está bien, lo soltaré. No esperes que me ponga a dar vueltas por la tienda porque hay algún otro maldito cacharro que tenemos que encontrar. Limítate a añadirlo a la lista de cosas que no sabes.

—¿De cosas que no sé? —se asombró Harry—. ¿Que yo no sé?

Plaf, plaf, plaf; la lluvia caía cada vez con más fuerza, tamborileando en la tienda, así como en la hojarasca de la orilla y en el río. El miedo sofocó el júbilo de Harry, porque Ron estaba diciendo lo que él se temía que su amigo creía.

harry potter || one shots y fragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora