—Llegan tarde, Potter —se quejó Snape fríamente cuando Harry cerró la puerta tras él.
El profesor estaba de pie frente a Emily, retirando algunos pensamientos de su mente, como de costumbre, y colocándolos con cuidado en el pensadero de Dumbledore. Dejó la última hebra plateada en la vasija de piedra y se volvió para mirar a los hermanos.
—Bueno —dijo—. ¿Han practicado?
—Sí —mintió Harry fijando la vista en una de las patas de la mesa de Snape.
—Ahora lo veremos, ¿no? —comentó éste con voz queda—. Saquen la varita —ambos se colocaron en la posición de siempre, frente al profesor, entre éste y su mesa. Harry estaba muy enfadado con Cho y Emily con Draco además de estar muy preocupados por lo que Snape pudiera sacar de sus mentes—. Contaré hasta tres —anunció Snape perezosamente—. Uno, dos...
Pero de pronto se abrió la puerta y Draco Malfoy entró atropelladamente en el despacho.
—Profesor Snape, señor... ¡Oh, lo siento!
Malfoy se quedó mirando a Snape y a los Potter, sorprendido.
—No pasa nada, Draco —lo tranquilizó el hombre, y bajó la varita—. Potter ha venido a repasar pociones curativas.
Harry no había visto a Malfoy tan contento desde el día en que la profesora Umbridge se presentó para supervisar la clase de Hagrid. Emily sabía que disfrutaba de ver a Harry en aquel lugar y eso le produjo más enfado.
—No lo sabía —masculló mirando con gesto burlón a Harry, que se había puesto muy colorado. Habría dado cualquier cosa por gritarle la verdad a Malfoy, o mejor aún, por echarle una buena maldición.
—¿Qué ocurre, Draco? —preguntó Snape.
—Es la profesora Umbridge, señor. Han encontrado a Montague, señor, ha aparecido dentro de un servicio del cuarto piso.
Emily tragó saliva. Ella había sido cómplice de la desaparición de Montague.
—¿Cómo llegó allí?
—No lo sé, señor. Está un poco aturdido.
—Está bien, está bien. Potter —dijo Snape—, continuaremos la clase mañana por la noche y tú, Emily, si tu hermano es un inútil no es mi culpa.
Y tras pronunciar esas palabras Snape salió pisando fuerte del despacho. Cuando el profesor estaba de espaldas, Malfoy miró a Harry y, moviendo los labios sin emitir ningún sonido, dijo: «¿Pociones curativas?»; le echó un vistazo a Emily y luego siguió a Snape.
Harry, que hervía de rabia, se guardó la varita mágica en la túnica y se dispuso a abandonar el despacho.
—Al menos tenemos veinticuatro horas más para practicar —dijo Emily un poco molesta por la actitud de Malfoy.
Harry sabía que debía estar agradecido por haberse salvado por los pelos, aunque fuera a costa de que Malfoy le contara a todo el colegio que necesitaba clases particulares de pociones curativas.
Sin embargo, cuando ya estaban a punto de marcharse, Harry vio una mancha de luz temblorosa que danzaba en el marco de la puerta. Se detuvo y se quedó mirándola, y recordó algo... Entonces cayó en la cuenta: se parecía un poco a las luces que había visto en el sueño de la noche anterior, cuando entró en la segunda habitación, durante su incursión en el Departamento de Misterios.
Se dio la vuelta. La luz provenía del pensadero, que estaba encima de la mesa de Snape. Su contenido, de un blanco plateado, fluía y se arremolinaba. Los pensamientos de Snape... Lo que el profesor no quería que los hermanos vieran si le rompían accidentalmente las defensas...
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harry potter || one shots y fragmentos
Fantasy𝙋𝙚𝙦𝙪𝙚𝙣̃𝙖𝙨 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖𝙨 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙥𝙚𝙧𝙨𝙤𝙣𝙖𝙟𝙚𝙨 𝙙𝙚 𝙃𝙖𝙧𝙧𝙮 𝙋𝙤𝙩𝙩𝙚𝙧. (𝐀𝐝𝐞𝐦𝐚́𝐬 𝐚𝐝𝐚𝐩𝐭𝐨 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐨𝐬 𝐟𝐫𝐚𝐠𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐚 𝐥...