Capítulo 2

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—Agárrame de la cintura, pero no te enamores de mí. Sé que soy muy lindo y nadie podría resistirse...
—No sos mi tipo.
—Cierto. Tu tipo son los que trabajan en tu escuela.
    Renato no respondió, el agarre en la cintura de su amigo se hizo más fuerte.
—Perdón —le dijo Fausto al recordar—. No quise hacerte acordar de Andrés.
    No se había acordado de Andrés y de su estúpido enamoramiento hacia él. La imagen del rostro de Gabriel se le había aparecido en la mente de manera fugaz, y no entendía por qué  mierda, pero bueno, ahora sí se acordaba de Andrés.
—No lo nombrés más. Y estoy chapando con Ángela, puede que lleguemos a algo más, me gusta.
    Los alrededores de pronto se estaban llenando de los estudiantes de la tarde y Fausto tuvo que arrancar.

                               * * *

Capítulo 2
      Fausto y Renato llegaron a la puerta de la casa del último veinte minutos después. Entraron a prepararse unos sanguches de fiambre y salieron a la calle a comerlos. Se sentaron ambos en el cordón de la vereda.
 
   Se quedaron sentados ahí mientras Renato pensaba en su hermana y en que quería que volviera rápido. Esperaba que llegara antes de que fuera la hora de irse a su trabajo en el almacén.

      Renato agarró el cigarrillo que le convidaba su amigo y lo encendió. Largaron el humo al mismo tiempo y apareció un chico frente a ellos. Vestido de jeans, zapatillas y buzo con capucha, que cubría su cabeza como en Renato. Era Guido Pennelli. Un amigo de la infancia de Fausto y Renato. Siempre se habían juntado para jugar, pero Guido desde un tiempo que se había empezado a descarrilar, según la opinión del castaño.

—¿En qué andan?

   Los saludó en un saludo con las manos: choque de palmas y puños y luego le sacó un cigarrillo sin encender de la mano a Fausto.

—¡Eh! —Se quejó el chico, pero Guido ni caso le hizo y sacó un encendedor del bolsillo de sus jeans para encenderlo. Le dio una calada y después miró a los chicos.

—Tengo un nuevo objetivo. Es un cliente que fue ayer al almacén de mi viejo. Va a volver. Vos, Tato, tenés un trabajito.

   Renato supo a lo que se estaba refiriendo y no le gustó nada la idea.

—No, chabón, no voy a robar a nadie.

—Tiene pinta de ricachón, dale. Solo lo tenés que distraer y yo…

—Te dije que no. Arréglate solo.

—Pero está forrado en guita.

—Uh, ¿pero no entendés cuando te hablan, loco?

—Boludo, ¿no querés una batería? ¿Con lo que cobrás vos y tu mamá creés que vas a conseguir una?

   Renato largó el humo del cigarro.

—¿Y vos pensás que en estos momentos estoy pensando en una batería? No. Estoy pensando en las cuentas, la comida, tener con qué vestir…

—Por eso mismo. Este tipo…

—Déjate de joder.

—¿Qué te hacés? No tenés donde caerte muerto. Vas a ver que ir al colegio y toda esa boludez que hacés no te va a servir para un carajo y lo primero que vas a hacer es salir a robar. Está en tu sangre.

    Renato se puso de pie y se acercó a mirar a Guido con ganas de matarlo.

—Yo no soy mi viejo. Te voy a romper la cara si seguís hablando.

—No te hagas tampoco el santo. —Dio una calada—. Choreaste ya antes.

—Eran otros tiempos. Ahora estoy tratando de ser mejor persona. Y si robé fue porque necesitaba cuanto antes la plata o porque se lo merecían por hacerse los vivos. ¿Y vos? ¿No pensás hacer nada en tu vida?

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora