Capítulo 61

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—Entonces, cambio de planes —dijo Renato y lo besó, y mientras se besaban, iban a trompicones hacia el cuarto del chico.
   Minutos después, estaban en la cama del castaño, desnudos, el ojiverde encima de él, Renato sintiendo a Gabriel muy adentro. Las manos del chico apretaban la espalda del otro, quien, por momentos bajaba a besarlo y sentía el aire cálido de sus suaves gemidos acariciar sus labios.
     Se introdujeron en su mundo, un mundo creado para ellos dos solos, un mundo creado por ellos y nadie más. Un mundo lleno de calor, de caricias, de besos y amor.


                                                        ***


Capítulo 61

       Cuando Gabriel llegó al límite, se recostó en Renato, con una mejilla en su hombro. Ante ese acto, el chico inclinó su cabeza para apoyar su cachete en la mata de rulos. Una pierna del ojiverde descansaba entre las piernas del castaño y un brazo del chico rodeaba su torso. La mano libre empezó a acariciar su espalda. Gabriel rozaba con la punta de sus dedos el pecho y el estómago del castaño, y entonces llegó a su pequeño ombligo. Empezó a rascarlo suavemente mientras empezaba a hablar:

—Lucía no me devuelve la llave. Se olvida o no sé, pero no quiero que la tenga. Casi arruina todo entre nosotros metiéndose en mi casa. Yo estaba tratando de evitar esto, pero es imposible… Uno de estos días pienso ir a la casa a exigirle que me la devuelva. ¿Te molesta si voy?

     Ambos movieron la cabeza para mirarse. Renato no quería ni escuchar hablar de Lucía, pero confiaba en Gabriel.

—No, no me molesta. Es hora de que te la devuelva, ¿para qué la quiere? —Al decir eso, puso derecha la cabeza y miró el techo.

    A Renato se le había formado la arruguita en el entrecejo, no le gustaba ni que la mencionara y recordó el día del cumpleaños de Gabriel.

—Chinchu —le dijo Gabriel al notarlo, y Renato lo miró otra vez—. Te amo.

—Yo también te amo.

    Gabriel se acercó a besarlo y luego, sonriendo, le preguntó:

—¿Y sabés lo que tengo ganas de hacer?

—¿Sobre qué?

—En vos —contestó Gabriel y Renato sonrió.

—Hace lo que quieras… A ver…

     Gabriel le respondió poniéndose entre sus piernas y desperdigando besos por la nuez, bajando al pecho, al ombligo, donde sintió la suciedad de Renato en su lengua por primera vez. Renato rio al ver su cara de “¿Qué es esto?”, pero siguió bajando con besos, pasando una mano en cada muslo, apretando, acariciando, hasta que su boca llegó a la dureza del chico.

    Diez minutos después, corrían desnudos con la ropa en la mano, riendo, agarraron lo que habían dejado desperdigado en la salita y siguieron corriendo hasta el baño para darse una ducha. Apenas ingresaron al agua tibia, Renato le dijo: “Ahora me toca a mí” y volvieron a disfrutar el cuerpo del otro con manos, boca, besos y caricias.

     Estuvieron un buen rato en la ducha, aun cuando el agua se les había enfriado un poquito, y salieron del baño ya vestidos, sin dejarse de besar, pero frenaron porque Bruna y Valeria justo entraban a la casa y los vieron.

—¿Por qué tan temprano? —Preguntó Renato, rojo, con una sonrisa nerviosa y rascándose la nuca.

    Los ojos de Valeria iban de uno a otro, de un cabello mojado a otro.

—Me agarró sueño —habló Bruna—. Veo que lo encontraste —le dijo a Gabriel.

—Sí, sí.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora