Capítulo 37

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Renato corrió a abrir la puerta y ahí estaba Gabriel, mirándolo con los ojitos lagrimosos, rojos, su cara colorada.
—Te necesito, Koanchito —dijo el ojiverde, con la voz tomada por el llanto.


                                     ***

Capítulo 37

—¡Gabi! —Exclamó Renato y luego fue a abrazarlo fuerte. Gabriel lo rodeó con sus brazos y apretó. Su cara se escondía en el hombro de Renato.

      El chico trató de apartarse y agarró a Gabriel de la cara para darle besitos en la boca, que el ojiverde correspondió. Después, volvieron a abrazarse fuerte y Gabriel volvió a esconder su cara en el hombro del castaño.

—¡Gabriel! ¡Llegaste justo a tiempo para ayudar a Tato a hacer pizzas caseras!

     Gabriel se alejó para poder mirar a Valeria mejor.

—Mamá… Él tal vez no quiera…

—¿Pizza? Ayudo con gusto.

—¿Seguro?

—Sí, por favor.

—Si necesitás estar tranquilo…

—Necesito esto, por favor. Ya estuve casi todo el día solo.

      Renato le sonrió. Gabriel tampoco necesitaba ver caras largas.

       Gabriel sintió esa sonrisa como un mimo al alma.

—Después podemos hablar tranquilos —susurró Renato. Y Gabriel entendió que se refería a hablar de lo que le había pasado. Asintió con la cabeza al tiempo que su corazón daba un golpe fuerte en su pecho.

—Entonces, ¡manos a la masa! —Exclamó Renato mientras cerraba nuevamente la puerta de calle. La llave se la metió otra vez en el bolsillo de su jogging.

    Gabriel se quitó el saco y lo dejó sobre el sillón. Renato lo esperó, lo agarró de la mano, entrelazando sus dedos, y fueron así hasta la cocina.

     Los ingredientes ya estaban preparados en la mesada y Renato y Gabriel se pararon uno al lado del otro frente a ella. Se lavaron las manos y comenzaron.

      Bruna y Valeria se quedaron sentadas mirando… como hacían lío más que nada porque la harina volaba por todos lados y sus rostros quedaron manchados porque el otro lo manchaba a propósito. Al menos Gabriel parecía más animado.

     Mientras esperaban a que la masa se elevara un poco, Gabriel agradeció a Valeria, Bruna y Renato por hacer esto por él.

—Y mejor para mí, no tenía ganas de cocinar —dijo Bruna.

     Rieron todos, hasta Gabriel, aunque un poquito. Poco a poco se iba soltando.

—¿Y cómo la pasaste en tu cumpleaños, Gabriel? —preguntó Valeria.

    Renato y Gabriel se dirigieron miradas de complicidad y en seguida el ojiverde contestó:

—Muy lindo.

—Tuvo dos días de festejo —habló Renato.

—Quién pudiera —expresó Bruna.

—¿Cuántos años?

—Ya te dije, mamá, cumplió ciento veintisiete años el viejito —respondió Renato, sonriendo para molestarlo.

     Gabriel lo miró enojado en broma.

—Pero bien que te encanta comerte entero a este viejito de mil ciento veintisiete años —dijo Bruna, poniendo una mano en el hombro de Gabriel.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora