Capítulo 18

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      Gabriel llegó a su casa y se desplomó en el sillón. Tiró la cabeza hacia atrás en el respaldo y dejó que algunas lágrimas cayeran. Estaba clarísimo que Renato no quería ni verlo, hablar con él de lo que sentía iría a ser una pérdida de tiempo.

                               ***

Capítulo 18

        Gabriel empezó a tratar a Renato diferente. Era demasiado obvio. Era demasiado obvio que el castaño la había cagado y ahora, el miércoles ocho de mayo, estaba sentado en clase mirando al profesor mientras deseaba para sus adentros que le dirigiera alguna mirada. Pero Gabriel estaba sentado a su escritorio, corrigiendo algunos ejercicios que le iban entregando.

     Desde el lunes veintinueve de abril (el primer lunes después de la escapada de Renato) estaba raro. Cuando preguntaba por las dudas y veía que Renato no decía nada, no se acercaba a su banco para hablar con él. Tampoco lo encontraba con los ojos puestos en su persona, como había pasado otros días. Actuaba como un profesor, como debió actuar desde el principio.

     Todo mal había hecho.

     Ese miércoles, en el recreo, dejó que todos sus compañeros salieran al patio para hacer una nueva reunión para hablar del viaje, el buzo y la fiesta de egresados. A él no le interesaba participar de esas cosas, pero ese no fue el motivo por el que se quedó sentado en el aula mirando cómo Gabriel guardaba los papeles en su valija sin prestarle atención.

     Gabriel se colgó su bolso al hombro y estaba por salir del salón…

—Perdón.

      Gabriel frenó automáticamente al escucharlo. Estaban solo ellos en el aula, le hablaba a él. Lo miró y vio que el chico lo estaba mirando. Tenía la cara roja, y cuando sus ojos se encontraron, Renato apartó la vista de Gabriel y la puso en la mesa mientras uno de sus dedos raspaba la superficie.

—¿Qué?

      ¿Había escuchado bien?

—Perdón —repitió el chico, pero casi no le había salido la voz y lo había dicho muy rápido.

—No lo entiendo —respondió Gabriel al tiempo que daba unos pasos, acercándose.

—¡Perdón!

    Ahora Renato lo miraba.

—¿Por qué?

      Gabriel se estaba desarmando por dentro, viéndolo así, todo chiquitito, mirándolo apenas y con la cara sonrojada.

—Por cómo reaccioné el sábado ese.

—Tiene razón usted, Quattordio. Yo soy su profesor, usted el alumno, y lo mejor será que mantengamos esa distancia. Me parece que es lo que ha querido desde que comenzó las clases. No quiero molestarlo más. Qué tenga un buen día, Quattordio.

      A Gabriel le dolió cada palabra que salió de su boca, le dolió decirlo, y a Renato le dolió escucharlo.

      Renato se quedó mirando mientras el profesor salía del aula. Su corazón golpeaba fuerte en su pecho y le recordaba lo tonto que había sido. El chico empujó el pupitre, que cayó al suelo, y lloró.

       Ángela entró al aula y vio a Renato sentado en la silla, con la cara tapada por sus manos, largando sollozos desesperados. Había estado esperándolo en el patio, pero cómo veía que tardaba había decidido ir a buscarlo.

—¿Qué te pasa? —le preguntó, preocupada, yendo directo hacia él, que se destapaba la cara y la miraba, pero no decía nada. La chica le agarró la cara mojada por las lágrimas, pero Renato solo la miraba, y seguía sin contestar. Las lágrimas seguían cayendo.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora