Capítulo 32

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La mano seguía bajando lento y ambos estaban con los ojos cerrados, disfrutando mejor las sensaciones que recorrían cada parte de su cuerpo.
—Vos. Tenerte cerca.
      Pero apenas la mano había llegado a más abajo del ombligo y sonó el timbre.
    Abrieron los ojos al mismo tiempo, las manos frenaron.
       ¿Quién podría ser? ¿Otra vez el padre? ¿O Lucía?


                                   ***



Capítulo 32

     Se quedaron mirando unos segundos hasta que Gabriel apoyó la frente en la frente de Renato. Se quedaron un ratito así, con los ojos cerrados, la mano de Gabriel aún por debajo del ombligo del castaño, quien tenía su mano apoyada en la de él. Intentaban que se les fuera la frustración.

—No voy a abrir.

—¿Si es tu papá? ¿O Lucía?

—¿A esta hora? Los únicos que vienen a esta hora son los Testigos de Jehová. Hablo en serio.

    Pero segundos después volvía a sonar el timbre. Y aunque se quedaron con las frentes pegadas, esperando que se fueran, el timbre siguió insistiendo. Gabriel resopló, largando el aliento cálido y fresco por la menta del dentífrico a la cara del chico.

—Voy a tener que ir a atender.

—¿Estás seguro que no serán ellos?

—Voy a chusmear quién es por la ventana. Vos quédate acá —le pidió Gabriel. Le dio un beso corto en los labios y luego salió de la ducha. Se secó un poco, apenas se había mojado, se envolvió con la toalla la cintura y se peinó. Renato se quedó duchándose, pero paraba la oreja y miraba de reojo la cortina que lo tapaba como si el padre de Gabriel o Lucía pudieran entrar ahí en cualquier momento.

        Gabriel cerró la puerta de su cuarto y se acercó a abrir la ventana y correr la cortina cuando una voz gritó:

—Gabriel, somos nosotros. No nos abandones. —Era Gastón. Gabriel rio de alivio y a la vez divertido por el comentario de su amigo. Y fue ahí que se dio cuenta de que la llave había quedado en la puerta desde la noche anterior. Se había olvidado de todo. Renato le había hecho olvidar de todo.

     Abrió y ahí estaban Agustín y Gastón con unas facturas.

—¡Buenas! ¡Te queríamos dar una sorpresa! —Habló Agustín.

   Gabriel sonreía.

—Pasen, pasen. Tato se está bañando —contó el ojiverde mientras los chicos entraban y él cerraba la puerta.

—Y vos también te estabas bañando —recalcó Agustín.

—Veo que encontraron el modo de arreglar las cosas —dijo Gastón.

—¿Y ahí qué tenés? —preguntó el otro, poniendo un dedo en una parte del hombro de Gabriel que el ojiverde no llegaba a ver. Pero recordaba las boca de Renato pegada ahí y que había visto una manchita cuando se vio en el espejo.

—Uh —Soltó Gabriel, tapando la manchita con la mano y ardiendo aunque hacía frío. Rio.

—Lo pasaron bien se ve —siguió hablando Gastón.

—Sí, la pasamos lindo —coincidió Gabriel.

—Los esperamos y desayunamos. Trajimos facturas —dijo Agustín.

    Gabriel dejó la llave en una de las mesitas del sillón y los chicos se acercaron a la mesa del living para dejar las facturas apoyadas en la superficie.

      Momento después, Renato salía del cuarto con pasos lentos, ya bañado y vestido completamente con la ropa del día anterior.

—Hola. —Habló suave, algo vergonzoso.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora