Capítulo 23

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      Las personas no dejaron de mirarlos al tiempo que caminaban las seis cuadras que separaban la plaza y la casa de Gabriel. Renato iba callado, lo que preocupó al otro.
—Todo está bien —le dijo, a la vez que su mano iba a la mano del castaño y entrelazaba los dedos con los de él, para sorpresa de Renato, que miró las manos unidas con una emoción creciendo en su interior. Realmente, eso estaba pasando. Los dos estaban agarrados de la mano mientras caminaban por la calle en dirección de la casa del ojiverde.

                               ***

     Las personas seguían mirándolos. Y Renato no lo soportaba.

—Tranquilo, creen estar viendo dos chanchitos que caminan por la calle, es normal que miren mucho.

—¿Vos creés que nos miran por eso? —preguntó Renato, alzando sus manos unidas.

—Sí, no veo otra razón.

—Sí, somos unos chanchos que se revolcaron en el barro.

—Oing, oing —soltó Gabriel, y Renato largó una carcajada, llevando su cabeza para atrás y cerrando los ojitos—. ¿Estás mejor?  

      Llegaron a la casa y Gabriel se soltó de Renato para poder correr el cierre del bolsillo delantero del pantalón, sacar la llave y abrir la puerta.

—Sí.

    Entraron a la casa, se sacaron las zapatillas embarradas, que dejaron al lado de la puerta, y se quedaron parados en el living.

—Tenemos que bañarnos —dijo Gabriel, de pronto. —Te puedo prestar algo de ropa. No vas a ir a tu casa así.

    Tenían barro en la cabeza, nuca, cara, manos, estómago, espalda, ropa…

—Está bien.

    Gabriel sonrió y fue directo al baño de su cuarto. Eso quería decir que Gabriel se bañaría primero y él no sabía dónde sentarse porque iba a manchar todo.

—¡Tato! ¿No venís? —dijo Gabriel segundos después, al tiempo que empezaba a escucharse el agua de la ducha. Renato sonrió y sacándose el buzo, fue al baño con él.

      Renato vio que Gabriel había dejado su ropa hecha un bollo en el suelo al lado de la puerta del baño y puso la suya ahí, pero no su bóxer ni sus medias, que se habían salvado. Gabriel ya se había metido a la ducha, que era de esas portátiles y la sostenía sobre su cabeza. Renato entró, temblando un poco de frío, pero, al segundo estaba temblando de deseo, el calor llegó a su cuerpo en un impacto. 

     Gabriel no se sentía de distinta manera.

     Los ojos del ojiverde recorrieron a Renato desde sus pies, siguiendo por sus largas piernas, su parte íntima, la v, el ombligo, pecho y ojos. Renato tampoco podía apartar la vista de cada partecita del cuerpo del otro.

—Vení, acércate —le pidió Gabriel al chico.

      Renato se acercó, quedando a centímetros de distancia del ojiverde y el otro levantó la ducha por sobre la cabeza del castaño, dejando que el agua cayera sobre su cuerpo. Renato cerró los ojos cuando la mano ya limpia de Gabriel empezó a barrer, junto con el agua, el barro de su rostro, de su cabeza y de su nuca. Otra vez pasó su mano libre por la cara y, cuando el pulgar acarició en su paso los labios de Renato, este le dio un suave beso en el dedo.

    Gabriel enganchó la ducha y preparó la esponja con jabón. Le mostró a Renato, preguntándole si quería que le pasara. El chico se dio la vuelta cuando decidieron empezar por la espalda.

          Le estaba pasando la esponja por la espalda, pero frenó y quedó admirando cada detalle. Su mano empezó a pasear suave por toda su extensión. Las esponja cayó a los pies de Gabriel, entre él y Renato, y la otra mano también fue a parar a la espalda del chico. Omóplatos, espalda baja. De sopetón, Gabriel se acercó más. El pecho chocando con la piel desnuda del castaño.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora