Capítulo 52

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       Gabriel inclinó su cabeza para pegarla al rostro de Renato y quedarse así.
—Yo a papá nada —E hizo como si cerrara una cremallera en sus labios—.  Vos tenés que decirle y lo harás cuando creas conveniente, está bien… Esta situación es complicada.
       Eran dos chicos.
       Renato era el alumno de Gabriel.
       Renato era el chico problemático.

                                   ***


    Capítulo 52

    Todo eso pasó por la mente de ambos.

—Sí, ya sabemos —hizo saber el ojiverde.

—¿Pero cómo pasó todo esto? ¡Cuéntenme!
 
     Renato y Gabriel rieron un poco.

—Tato me empezó a coquetear —contestó Gabriel entonces.

     Renato rio, empujando con el costado de su cuerpo a Gabriel, que también reía.

—Gabi no me dejaba en paz —dijo Renato, todo rojo ya, y esta vez fue Gabriel el que le dio un empujoncito a él.

—Eso fue un gran resumen —dijo la mujer. Suspiró y continuó hablando—: Quédate, cielo. Quédate con él, yo me tomo un taxi.

—No, mamá, yo te llevo, me voy a sentir más seguro así. No voy a dejar que vayas con cualquiera, si estoy yo.

—Está bien… Chau, Tato. —Le dio un beso en la mejilla. —Estamos en contacto.

—¿Cómo “en contacto"? —Quiso saber Gabriel, confundido.

—En algún momento, voy a volver.

—Ah. Chau, Chiquito.

    Gabriel volteó a mirarlo con una trompa, esperando un beso. Renato también giró a él y rio al ver esa cara. Y ahora con toda la libertad que podían, se acercaron a besarse. Solo eran unos besitos mezclados con risas nerviosas.

   Gabriel y Liliana avanzaron, ahora sí, hasta el auto estacionado. Gabriel miraba constantemente en dirección de Renato, que en todas esas ocasiones lo saludaba con una mano.

    El ojiverde y su mamá subieron al auto y se pusieron el cinturón de seguridad. Se lanzaban miradas con sonrisas. Renato ya se había ido otra vez al bar, tenía que seguir trabajando.

—Bueno, ya lo sabés —dijo Gabriel antes de dar vuelta la llave.

—Ya lo sé. Y me alegra verte feliz, cielo.

—Gracias por todo.

—Estás loco, no tenés nada que agradecer.

      Y entonces, con una última sonrisa dirigida a Liliana, Gabriel arrancó el auto.

    Cuando llegó a su casa, Gabriel se dedicó a ver si había llegado alguna respuesta sobre la ayuda que había pedido para Renato. Hubo llamadas perdidas de parte de él y había tenido que mandarles mensajes. Se había contactado con cinco personas. Solo una de ellas le contestó por el momento. Ignacio Di Marco.

Hola, loco! Tanto tiempo, querido. Qué necesitás?

   El mensaje había sido enviado como a las once de la noche, pero él había estado en otra. Igualmente, le contestó.

    Hola, sí, mucho. Necesito un profesor particular para mi novio. Yo pago todo.
   Perdón por responderte tan tarde.

     A pesar de que era de madrugada, se puso En Línea enseguida y le respondió rápido:

Jajaja pusiste “mi novio". Che, Lucía no necesita ningún profesor, si está haciendo el profesorado, no la podés ayudar vos?

No, no, corté con Lucía… hablo de mi novio.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora