Capítulo 30

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   Y entonces Gabriel salió del chico y empezó a presionar sus labios en su ombligo y subir con más besos en su piel. Cuando llegó a uno de sus pezones, lo chupó con delicadeza y siguió subiendo hasta recostarse encima de él, pegando su mejilla en su hombro. Renato lo rodeó con los brazos, abrazando su calor.
      “Yo te amo", dijo el castaño al aire, solo moviendo sus labios, sin sonido.

                               ***



Capítulo 30:

   …O eso había querido y pensado…

     Gabriel se levantó un poco y miró a Renato.

—¿Qué?

    Renato trató de mirarlo, levantándose un poco también. Todavía no soltaba a Gabriel, seguía aferrado a él con sus brazos y sus piernas.

—¿Qué de qué? —preguntó esta vez el chico.

—¿Qué dijiste?

      ¿Le había leído la mente?

      ¿Había hablado, en realidad, en voz alta sin darse cuenta?

      ¿Tal vez le salió en susurro y estaba tan en las nubes que no se había dado cuenta?

—No dije nada —contestó enseguida el chico, con su cara pintándose de rojo a la vez que se extendía un punto ardiente desde la nuca y su corazón retumbaba en su pecho.

—Me pareció que habías dicho algo —dijo Gabriel y volvió a recostarse, lo que igual hizo Renato.

     El castaño empezó entonces a pasar sus dedos por los rulos de Gabriel, que se dejó hacer un rato mientras su mano descansaba en el pecho del chico, y hasta que…

—Tenemos que limpiarnos —dijo el ojiverde, dejando un besito en el cuello del chico, que tenía los ojos cerrados y estaba sonriendo mientras aún acariciaba sus rulos. Y seguía sin soltarlo. Gabriel apretó sus labios para no reír. Su corazón inflándose por dentro… —De chanchito a koala —bromeó Gabriel—. Sos un Koanchito.

    Renato apretó los labios para no reír, pero no resultó, se le escapó la carcajada.

—¿Que soy qué?

—Un chanchito y un koala juntos.

    Renato seguía riéndose a más no poder, los ojos llenándose de lágrimas.

—Sos un koanchito. Un lindo koanchito. Y me gusta que seas un koanchito conmigo. Ahora sí, a limpiarnos.

      Finalmente, Renato lo soltó, se pusieron dificultosamente de pie y se dirigieron al baño. El castaño tenía la piel de gallina y tembló un poco al tiempo que iba por delante de Gabriel. El ojiverde notó eso, y se acercó y lo abrazó desde atrás.

—¿Tenés frío? —Preguntó Gabriel, y luego posó sus labios en el hombro del chico para dejarle un beso.

—Sí, abrázame —respondió Renato.

      Entraron al baño todavía con Gabriel rodeando por atrás a Renato, pero luego se alejó, se sacó el preservativo, lo tiró al tacho que estaba al lado del inodoro, y agarró una toalla, que mojó. Entonces, ayudó a limpiar a Renato y después se limpió él. Dejó la toalla en el canasto de toallas sucias, casi vacío, y al darse vuelta, no vio al chico con él.

      Cuando salió del baño, tampoco encontró a Renato en su cuarto.

—¿Tato? —preguntó, mientras agarraba un bóxer del armario y se lo ponía. Luego, empezó a recoger la ropa tirada.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora