Capítulo 60

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—Estuve pensando que tal vez deberíamos cortar…
    Renato escuchó eso y su corazón se detuvo, luego recomenzó sus latidos intensificados por mil y se retorció en su pecho, apretujándose, haciendo presión, y haciéndose cada vez más chiquito. Una bola de lágrimas se formaban en su garganta.
—¡¿Qué?! Gabriel, ¡¿qué decís?! —Lo interrumpió Renato, que cortó la llamada abruptamente, con la respiración agitada y ganas de llorar. —¡No, no, no, me quiero ir a la mierda!
     Anotó algo en un papelito, y sin más, salió disparado hacia la lluvia.



                                                    ***


Capítulo 60

—¡No, Tato, pará! —Pero Gabriel solo le hablaba al tono del teléfono.

     Lo llamó, pero el chico no atendía.
   

    Fausto había salido de la ducha. Ya estaba vestido y poniéndose desodorante cuando sonó el timbre de su casa. El rubio se acercó a la puerta y vio por la mirilla a Renato, llorando, con frío, sin abrigo y mojado por la lluvia. Se apresuró a abrir y Renato pasó inmediatamente.

—Gabriel quiere cortar conmigo —soltó el chico, sin darse vuelta, para que no lo viera llorando, aunque fue imposible porque los sollozos salían de su cuerpo, incontrolables. Fausto cerró la puerta y le dijo que se sentara que en seguida le traía un vaso con agua.

    El chico se sentó ante la mesa del comedor, donde había un canasto con algunas cosas como saca corcho, navaja, alicate y las llaves de la moto de Fausto.

    Y Renato se quería ir a la mierda. Hubo un tiempo en que había querido irse a la mierda para alejarse de Gabriel y dejar de sentir lo que sentía por su profesor de Matemática. Ahora se iba a la mierda porque no quería alejarse de él.

     No quería volver a escucharlo decir que quería cortar.

    Cuando Fausto salió de la cocina, no vio a Renato por ahí, pero se empezó a escuchar un motor reconocible. Como reflejo, miró hacia el canasto, no vio la llave y salió disparado hacia fuera.

   Renato ya iba en dirección de la esquina, con la moto, sin casco, en la calle mojada, andando a esa velocidad, nervioso y llorando… No podía conducir así.

—¡TATO!

    Pero el chico ya había desaparecido al doblar la esquina y no lo vio cuando llegó corriendo a ese lugar.

     Gabriel había salido presuroso de su casa para hablar bien las cosas con Renato. No tendría que haber dicho nada por teléfono.

   En su casa, Bruna le había dicho que el chico había dejado una nota en la que decía que se iba a lo de Fausto. La chica le dio la dirección y Gabriel fue hasta ahí.

    Llegó unos cinco minutos después de que Fausto hubiera tratado de alcanzar a Renato. Él todavía daba vueltas por la calle cuando vio acercarse el auto de Gabriel, que frenaba al lado.

—¿Tato?

—¡No sé, se fue, agarró mi moto y se fue! ¡Está loco! ¡Se fue a esa velocidad, con las calles mojadas, sin casco, y estaba muy mal, como nervioso, llorando, no podía manejar así!, pero me la robó. ¡Está loco!

—¿Qué?

   Aquello asustó también a Gabriel, empezó a sentir un calor y un frío que nacían en sus mejillas, una bola pesada caía en su estómago, su corazón había frenado sus latidos. Tenía miedo de que le pasara algo.

—Subí, que vamos a buscarlo…

—Yo lo voy a buscar por allá y vos andá por ahí.

    Dio un par de vueltas, desesperado.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora