Capítulo 45

751 63 60
                                        

—¿Cómo se ríe un ojo? !Ojojojojoojoojo!
        Renato rio fuerte.
       Al escuchar la risa, Gabriel le dio un beso en la frente calentita. Su mano se posó en su nuca y le hizo masajitos mientras se quedaba pensando en otro chiste y la risa del castaño se evaporaba.
—¿Cómo se dice pañuelo en japonés?
     Silencio.
      Segundos después, un ligero ronquido le avisó que el chico ya se había dormido. Entonces, él también cerró los ojos.


                                 ***

Capítulo 45

   Renato abrió los ojos. La luz del día se colaba por la ventana, cuya persiana no estaba bajada, como muchas otras veces ya. Estaba solo en la cama, pero un ruido le indicó que no estaba solo en la habitación.

     Miró y vio a Gabriel de espaldas a él, casi frente a la cama. Estaba en bóxer y en ese momento se quitaba la remera que había usado para dormir. Sus rulos se despeinaron aún más.

     Renato se quedó admirando su torso desnudo, su espalda ancha, piel brillosa, suave, su cintura y su trasero que se marcaba a la perfección con esa ropa interior, y después bajó por las piernas largas…

   Pasó la lengua por sus labios, sonrió, sintió sus mejillas calientes y su cuerpo reaccionando en todas partes. Gabriel agarró su remera y se la estaba por poner, mientras se ponía de perfil y los ojos de Renato subían lentamente por la pantorrilla, muslos y se detenían en esa parte íntima, cubierta por el bóxer, que lo había llevado a sentir las estrellas y lo había llenado con su calor, y luego siguió subiendo…

—Aaaay ay avyay ayyyyyyy —Soltó Renato.

   Entonces, Gabriel se daba vuelta y clavaba sus ojos en los suyos, lo que hizo que, inmediatamente, el chico se tapara la cara con la frazada.

—¿Me estaba mirando, señor? —Preguntó Gabriel a un tapado hasta la cabeza Renato. Dejó la remera donde estaba, colgada en el respaldo de la silla del escritorio. Había alcanzado solo a darle la vuelta. 

—No —respondió el castaño, con la voz como en un pozo, todavía cubierto por la frazada. Gabriel no podía ver que estaba sonriendo, pero lo había podido sentir en su voz.

—¿No? —Gabriel empezó a acercarse hacia el chico que seguía escondido. Trepó por la cama desde los pies y fue subiendo casi a gatas con las manos y rodillas a los costados de Renato

—Bueno, sí. Estaba disfrutando de la vista.

—Tengo la impresión de que no es la primera vez que lo hace, señorito. Pero en clases prefiero que preste más atención a los números.

—Mierda.

       Rieron.

     Renato, finalmente, se destapó hasta el estómago y le dijo:

—Me gusta mirarte.

   Gabriel sonrió.

—¿Cómo estás? ¿Seguís con el corazón  pachucho?

—Estoy bien —respondió el chico, con una sonrisa para demostrar que hablaba en serio.

    Gabriel empezó a rozar con sus dedos la mejilla del castaño, bajando hasta la mandíbula, siguiendo por el cuello, delineando esa vena que se le marcaba, la clavícula… Renato se dejó hacer, sentía muy lindo con esas caricias. Después dejó la mano entera en su pecho cubierto por la remera con la que había dormido.

—No pares —casi le suplicó Renato.

     Gabriel se inclinó más hasta que pudo darle besos en la mandíbula y continuar en el cuello del chico. Las manos de Renato se aferraron a la nuca, tocando sus rulos.

—Gabi, no sé si estarás notando…

   Gabriel frenó y lo miró. Él supo a qué se refería: notaba la dureza del castaño en su parte baja.

    Renato lo agarró de la muñeca y el ojiverde le preguntó:

—Si querés,  te ayudo.

      Renato estaba por responderle que sí, que eso era lo que quería, pero, de repente, se quedaron quietos y callados y miraron la ventana al mismo tiempo.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora