Capítulo 19

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—¿Quién es?
     Hubo un silencio antes de que esa voz contestara: “Gabriel". El chico abrió la puerta, confundido. ¿Qué hacía ahí?
     Gabriel estaba del otro lado, mirándolo con intensidad.
—¿Qué pasa?
—No dejo de pensar en vos. Te quiero ver. Todo el tiempo te quiero ver. Me pasan cosas con vos. Muchas cosas. Y a veces no lo puedo manejar. Y tampoco lo quiero manejar. Ya no puedo controlarme más.
     Se acercó a apoyar su frente en la frente del chico, que lo miraba aturdido.
—¿Y a vos qué te pasa conmigo?
     

                              ***

—¿Qué? ¿Estás borracho? —La voz en un suspiro, entrecortada, los ojos bien abiertos.

      Renato estaba tan cerca de Gabriel que podía notar a la perfección que se había puesto el perfume que le había gustado; podía distinguir el verde de sus ojos, ese verde único y especial, un verde puro, cristalino. Si le preguntaban su color favorito, Renato contestaría, sin dudar: los ojos de Gabriel. Podía distinguir su boca entreabierta, que no tenía aliento alcohol, tenía aliento a menta mezclado con el aliento a su boca.

—No tomé nada.

—¿Y por qué me dijo todo eso?

—Porque es lo que me está pasando y quiero saber qué te pasa a vos —¿Y si había hecho mal en ir ahí?

    Al segundo siguiente,  y no se sabía quién había empezado, si Gabriel, si Renato, o los dos al mismo tiempo, sus bocas se habían encontrado. Labios que agarraban labios. Lenguas que saboreaban. Sentimientos que afloraban. Sensaciones que recorrían sus cuerpos.

      Pero Gabriel se alejó unos segundos después y apoyó su frente en el hombro del chico. Renato ya se imaginaba que Gabriel se había arrepentido.

—Esto es increíble —expresó el ojiverde, todavía en el hombro del castaño. Era increíble todas las cosas lindas que Renato le hacía sentir.

    Había miedo en su voz y el castaño pudo notarlo. Renato empujó suavecito al atormentado muchacho para que saliera de su hombro y lo mirara. Pero Gabriel miraba a punto por debajo de su cara.

—Mírame —le pidió y Gabriel eso hizo.

     Estaban muy cerca, sus narices casi rozando. —Nunca te habías sentido atraído por un hombre.

     Era un comentario tonto. Renato lo sabía. Pero quería estar seguro.

      Gabriel negó con la cabeza, cerrando los ojos, acercando más su nariz a la del chico.

—Ándate  —dijo Renato en un susurro, lleno de desesperación, miedo—. Por favor.

      Gabriel lo miró de pronto boquiabierto y su corazón dio un salto mortal en su pecho.

—¿Qué?

—Si esto te va a resultar incómodo; si no podés soportar besarme, es mejor que te vayas. Hacelo por vos y por mí.

—No vine acá por nada. Besarte no me resulta incómodo ni insoportable. Me pasan muchas cosas lindas cuando nos besamos. ¿Sabés que no puedo dejar de mirarte? Aun intentando alejarme de vos, no te podía sacar la mirada de encima.

—No me mirabas. Estos días no me mirabas —dijo Renato, cada palabra envuelta con todo el dolor que había sentido por eso.

—Te miraba a escondidas.

    Renato tragó saliva.

—No puedo dejar de mirarte —decía mientras recorría con sus ojos el rostro del chico. Su frente, sus mejillas, su mentón, los labios entreabiertos, las arruguitas en el entrecejo…

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora