Y Renato le hizo caso. Salió de su hombro y corrió la cara para poder mirarlo de frente, a escasos centímetros.
—Yo también te amo.
—¡Mierda! —soltó Renato, y escondió la cabeza en el pecho de Gabriel, mientras reían. —Sí me escuchaste. No quise…
—Estuve esperando todo este tiempo a que lo repitieras… quería volverlo a escuchar.
Renato se mordía el labio inferior, todavía escondido en el pecho de Gabriel.
—Tato, ¿no escuchás? Yo también te estoy diciendo que te amo. Vení. —E hizo que levantara su cabeza, para mirarlo.
—Te amo —le dijo Gabriel y se acercó a besarlo lento y suave, un beso tierno, que quería transmitir amor.
Renato se separó y mirándolo a los ojos, le dijo:
—Te amo.
***Capítulo 31
Largaron risitas nerviosas mientras la mirada de Renato bajaba un segundo para luego volver a los ojos del ojiverde. Gabriel apoyó su mano en la mejilla del chico, y entonces, volvieron a acercarse, y sus bocas a acariciarse, a saborearse y disfrutar del sabor del otro, deleitándose con cada caricia de sus labios, con cada mordida. Los labios de Gabriel agarraron el labio inferior de Renato y luego fueron bajando por su mentón, dejándole un camino de besos desde ahí hasta su mandíbula, sintiendo cómo le raspaba la incipiente barba del castaño. Se quedó un rato en esa partecita, disfrutando de ese cosquilleo de placer. Después volvió a su subir y volvió a chocar sus labios con los del chico.
Cuando se separaron, se quedaron contemplando los ojos del otro, encontrando un mundo de estrellas encerrado en ellos. Pero unos segundos después, Renato volvía a acercarse para unir sus labios en un ritmo lento. Sentían algo más ahora. Algo distinto. Como si estuvieran más conectados. Podían estar horas así y no se aburrirían, ni se les iría el sabor. Se besaban como si quisieran que el sabor de la boca del otro durara eternamente en la propia boca.
Gabriel rodeó al chico con el brazo libre, la palma apoyada en la piel de su espalda, y tiró de él. El ojiverde se recostó en la cama y Renato quedó encima de él, pecho contra pecho, las piernas entrelazadas, las manos del chico agarrando a Gabriel de ambos lados de la cara y los brazos de Gabriel rodeando al otro. Todavía sus bocas juntas, abiertas, moviéndose sincronizadas, y sus lenguas explorando.
Recordaron esa noche, su cercanía, sus cuerpos en contacto, unidos, y sonrieron entre besos, lo que hizo que frenaran y que Renato se levantara un poco para poder mirarlo bien a los ojos. Luego, el chico apoyó su mejilla en el pecho del ojiverde, los latidos retumbaban, golpeando en su oído, dándole paz. Gabriel empezó a acariciarle la cabeza.
—Me gusta sentir tus latidos —declaró el castaño.
—Y a mis latidos les gusta tenerte cerca.
De pronto, se escuchaba música proveniente de la casa de atrás. No podían precisar hacía cuánto tiempo estaba el sonido, tan perdidos en el otro como habían estado. Renato reprimió un bostezo y Gabriel lo notó.
—Creo que es hora de dormir.
—Todavía no… Parece que tus vecinos están de fiesta…
Seguía escuchándose música instrumental amortiguada por la distancia y la ventana, que da al patio, cerrada.
—Extraño tocar la batería —expresó el chico entonces.
—Y yo extraño verte tocar.
Renato recordó algo y apoyando sus manos a cada lado de Gabriel, se levantó un poco para mirarlo.
—Te recuerdo que una vez me dijiste que ibas a quedarte en el bar a escuchar y te fuiste.
A Gabriel no le resultó complicado recordar sobre lo que estaba hablando Renato. Estaba hablando de la noche en la que había ido a Freedom a hablar con sus amigos sobre él.
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Chico problemático // Quallicchio
Romance-Repitió segundo y cuarto. Golpeó a sus compañeros en varias ocasiones. Y una vez golpeó a un profesor. -¿Le preguntó por qué hizo eso? -quiso saber Gabriel. -¿Y por qué iba a ser? Causar problemas es su afición. Quattordio es un chico problemátic...