Capítulo 48

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—No pasó nada —dijo Gabriel cuando ya tenía las entradas en la mano—. Que nada nos arruine este día.
    Renato sonrió.
—Sí, no nos desanimemos —pidió Renato, mientras se dirigían al baño—. A pesar de todo, fue un lindo día y la noche recién empieza.
    Gabriel sonrió.
—Exacto.
—Sí, y que se vayan a cagar. 
     Rieron.
     Sí, la noche recién empezaba.


                               ***



Capítulo 48

     En el cine se sentaron casi en el fondo. No había mucha gente y había un aura de tranquilidad y comodidad que los rodeaba y los invadía. Eran ellos solos nada más en esa sala, nadie más alrededor existía. Gabriel se acomodó para poder apoyar su cabeza en el hombro de Renato y así ver la película, al menos por un rato.

       La película era sobre una familia espía que se metía en enredos divertidos. La estaban pasando muy bien. Reían, largaban comentarios, las personas los hacían callar, Renato los hacía callar a ellos y volvían a reír hasta que los ojos se le llenaban de lágrimas y les dolía la panza.

      Les encantó la película, por lo que, cuando se subieron al auto para ir a comer algo a la casa del ojiverde, decidieron buscar la primera.

—Tenemos que hacer una lista —empezó a decir Renato— de películas que podemos ver juntos.

—Me gusta mucho la idea.

—¿Cómo podemos detener el tiempo, Gabi? —preguntó Renato de pronto. Estaba sintiendo tan lindo, la estaba pasando tan bien con Gabriel que no quería que ese día terminara. —No quiero que termine este día. Quiero que todo se detenga, menos nosotros dos.

—No se puede, pero vamos a tener muchos días más para estar juntos.

     ¿Para siempre?, quiso preguntar Renato, pero, finalmente, no lo hizo. ¿Qué tal si era él solo el que pensaba en el “para siempre” con Gabriel? Decidió alejar eso de su mente y seguir disfrutando al lado de él sin pensar en nada más.

—¿Qué tal si nos preparamos unos sanguchitos de fiambre y vemos la primera parte de la peli mientras comemos? —Le preguntó el ojiverde al chico cuando entraban a la casa del primero.

—¡Sí! —Renato respondió, dándose vuelta para mirar a Gabriel, que cerraba la puerta con llave.

    Gabriel sonrió grande y así lo miró después de la última vuelta.

—Primero voy al baño.

      Gabriel fue al baño a hacer lo que necesitaba, mientras Renato se sacaba los abrigos y la riñonera. Los puso en el comedor y luego empezó a preparar los sanguches, así ya estaban listos para cuando el otro saliera del baño. Después, fue el turno del castaño de ir, y mientras tanto, Gabriel preparó su notebook y el plato con los sanguches sobre la mesita ratona. La bebida y los vasos lo colocó sobre el suelo, a un costado, contra el sillón.

     Cuando Renato volvió del baño, Gabriel, que ya se había sacado los abrigos también, buscaba la película en cuestión y la encontró, aunque de mala calidad.

—Se te va a llenar la computadora de virus.

—No pasa nada.

     Y entonces, se concentraron en la comida y en la película. Cuando terminaron de comer fueron a lavarse los dientes y regresaron al sillón para continuar con la película, que les estaba haciendo entender algunas cosas sueltas de la segunda parte, que apenas habían comprendido antes.

       La risa de Renato hacía que Gabriel lo mirara. Que mirara su sonrisa, sus hoyuelos, la nariz pomposa y sus labios. También, la vena esa que se marcaba en el cuello.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora