Capítulo 65

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     Lucía pasó y Liliana pidió que la acompañara al comedor, donde se encontraba Alejandro ante su notebook.
—¿Lucía? —preguntó Alejandro, sacándose los lentes de lectura.
—Encontré a Gabriel teniendo sexo con su alumno —dijo, y el silencio invadió el lugar.


***

Capítulo 65

      Gabriel daba vueltas desesperadas por el cuarto, sin saber qué hacer. Renato lo miraba desde el borde de la cama.

—¿Por qué no vas a la casa a hablar con ella?

    No sabían lo que podía llegar a hacer con lo que había visto. Y claramente, no se lo había tomado nada bien. Era capaz de no dejarle ver a Chiara nunca más.

    Gabriel frenó y lo miró.

—Sí, creo que… Sí, sí… Em, espero que esté. Voy a ir ahora. Vos quédate. Cualquier cosa tenés la llave.

    Se acercó a darle un beso en la boca. Renato rodeó su cuello con los brazos e hizo el beso más largo.

    Después del beso, agarró su abrigo, que estaba en el armario, salió del cuarto y abrió la puerta de su casa.

    Su padre estaba al otro lado con el brazo alzado para tocar el timbre. Gabriel se quedó helado viéndolo. Pero el calor esfumó todo el frío y las lágrimas en sus ojos hacían su aparición.

—¿Qué estás haciendo acá? Ya me iba.

—Vengo a hablar con vos y esta vez vamos a hablar. Voy a pasar. ¿Estás solo o con Quattordio?

—¿Qué?

     Alejandro entró a la casa. Gabriel apenas podía reaccionar.

—Lucía vino a casa a decirnos todo, Gabriel. Nos contó que te vio con Quattordio, que los encontró…

—¿Qué?

       Un “Mierda” se escuchó de pronto desde el cuarto. Gabriel se quiso morir.

—Quattordio, también quiero hablar con usted.

—Vení, Tato —pidió Gabriel, sin dejar de mirar a su padre. Sus ojos brillosos, su interior revolucionado. Ya todo se había ido a la mierda.

     Renato salió de su habitación y
despacito se acercó a Gabriel, quien fue a agarrar su mano y entrelazar sus dedos, apretando un poco fuerte y sin apartar la mirada de los ojos de su padre. El hombre miró las manos unidas y luego volvía a alzar la vista hacia los asustados Gabriel y Renato antes de ir a sentarse en el sillón.

    La mirada de Alejandro siempre puesta en ellos, y la de ellos, puesta en el señor.

    El corazón de Gabriel y el de Renato daban golpes en el pecho, sentían frío y calor al mismo tiempo,  temblaban.

—Mis sospechas eran ciertas, entonces… Yo te pregunté, Gabriel, te pregunté qué te pasaba con él. Te dije que podías decirme lo que sea, pero no me dijiste nada. Te enojaste y te fuiste. Y estos días quise hablar con vos sobre el tema. Quería darte confianza para que me cuentes si pasaba algo con Quattordio, pero me ignoraste.

     Gabriel y Renato se miraron con el corazón en la boca.

—¿Usted no es capaz de echar a su hijo del colegio, no? Écheme a mí, pero…

—No, Tato…

—¿Por qué haría eso? ¿Están pensando que me molesta qué?

—Somos dos chicos —Habló Gabriel—. Él es mi alumno.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora