Capítulo 38

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—Podrías haber llamado por teléfono. Son casi las doce de la noche, al bar voy más temprano… y Ange, yo tengo novio.
—Ah.
—Chiquito, ¿me hablabas?
     Apareció Gabriel, todavía solo en bóxer. Renato se quiso morir. Ángela abrió los ojos grandes, Gabriel se cubrió la cara con las manos y se apresuró a volver al cuarto del chico sin saber dónde meterse ni qué hacer.


                               ***


Capítulo 38

    Gabriel se puso nuevamente las medias, agarró el pantalón y la remera y salió al pasillo. Se vistió ahí mientras intentaba escuchar algo:

—Tu novio es el profesor —decía Ángela, con una voz que apenas le salía.

     Renato se pasó la mano por la nuca, un poco nervioso, y Gabriel se apresuró a volver a la salita para ponerse al lado del castaño. Ángela había visto que se acercaba, calló y lo miró como si estuviera viendo un fantasma.

—¿Qué es esto? —Soltó la chica luego de un largo y tenso silencio. Gabriel se pasó la mano por sus rulos.

—¿Podés pasar así hablamos? —preguntó Renato, que aún se abrazaba con los brazos. Gabriel no lo pensó y lo rodeó con sus brazos para darle calor, pero vio la mirada de Ángela, como ida, y se apartó.

—No, yo ya me voy.

     De pronto, la chica no los miraba a ninguno de los dos.

—Ángela… No digas nada, por favor. Vas a meter a Tato en un problema —le pidió Gabriel, con ojos suplicantes.

     Pero la chica apenas lo miraba y parecía que no lo estuviera escuchando.

—Está mal, esto está mal.

—Yo lo amo a Gabi, Ange —dijo entonces Renato y Ángela lo miró con dolor en sus ojos.

—Y yo lo amo a Tato —agregó Gabriel—. ¿Qué es lo que está mal?

     Ángela ni lo miró, sus ojos estaban fijos en Renato.

—Confío en vos, Ange —casi le susurró el castaño.

—Ya me voy —se apresuró a decir la chica, con las lágrimas cayendo. Entonces, dio media vuelta y empezó a caminar rápido en dirección de la vereda de enfrente, en donde estaba el auto de su madre.

—¡Ángela, por favor!

—¡Hacelo por Tato, Ángela!

—¡Basta! —Casi gritó la chica, y empezó a correr.

     Ángela se fue dolida y enojada. Así se sentía desde que Renato le había dicho que tenía novio.

     Renato cerró la puerta y apoyó su frente en ella. Confiaba en Ángela, pero de igual manera, tenía algo en la boca del estómago haciendo peso. Ya no había nada que pudieran hacer, solo esperar a que llegara el lunes. Necesitaba un cigarrillo. Por más confianza que le tuviera a Ángela, la preocupación y los nervios se habían instalado en él. ¿Por qué había aparecido Ángela justo esa noche? Trató de que Gabriel no lo viera con esa cara, él ya estaba suficientemente mal y tal vez verlo preocupado lo pusiera peor. Necesitaba ese cigarrillo que no tenía. Su corazón golpeaba fuerte en su pecho.

       Gabriel empezó a darse golpes suaves en la frente contra la puerta. Tenía algo haciendo presión en su pecho, un manojo de nervios y rabia, porque todo le estaba empezando a salir mal.

—Soy-un-boludo. —En cada palabra dicha, un golpe en la puerta.

—Ey, ey —lo detuvo Renato, poniendo una mano en su hombro y alejándolo de la madera.

     Gabriel lo miró con los ojos brillosos de lágrimas.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora