Capítulo 70

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El chico estaba despierto. No aguantaba ver a Gabriel así de mal, él no se lo merecía y Renato no hacía nada. Ya creía que era suficiente. Aquello tenía que terminar.
     Chiara o él. 

***


Capítulo 70


      Cuando el chico despertó a la mañana siguiente, Gabriel no estaba en la casa.

      A Renato le pareció raro no encontrarlo a su lado en la cama. La puerta del baño estaba cerrada y por la rendija de abajo se veía oscuridad. Llegó a pensar que podría estar preparando el desayuno y no había querido molestarlo. Pero en cuanto encendió la luz del cuarto, vio la parte de la cama de Gabriel algo hecha y una nota en la almohada, a punto de caerse. La agarró y leyó:

    “Tuve que salir a hacer algo importante. No es necesario que te vayas. Podés quedarte unos días más si no te molesta. O espérame que te llevo a tu casa”.

     Sintió curiosidad sobre lo que había ido a hacer y habría esperado encontrarlo para poder hablar con él, pero de repente pensó que era lo mejor porque su corazón necesitaba mucho valor.

    No se movió de la cama tan rápido. Se quedó sentado, con las piernas retraídas hacia el pecho, mirando todo alrededor. Tenía que darse valor y hacer lo que estaba pensando.

    Le estaba costando.

    De repente, no podía dejar de llorar. Esos ojos verdes ya no lo mirarían, sus labios no lo besarían, sus manos no lo tocarían. No reiría con él. No hablaría con él.

    Entonces, recordó, una vez más, las veces que vio a Gabriel con Chiara, lo felices que estaban, cuánto se querían… Y ahora no se podían ver más. Pensó en la tristeza de Gabriel, que todos los pensamientos de su mente estaban dedicados a la pequeña. ¿Qué estaba esperando? No tenía que pensar más.

    Sin más que esperar salió de la cama y fue al baño. Se apresuró a vestirse después de salir, y empezó a armar los bolsos mientras su corazón se apretujaba y se sentía ahogado. Las lágrimas no dejaban de caer.

    Pero tenía que hacerlo. Por el bien de Gabriel y por el bien de Chiara.

    Renato esperó a Gabriel dos horas, pero el ojiverde seguía sin aparecer. El chico no quería estar más en la casa de él, eso haría las cosas más difíciles para el castaño.

    Escribió una nota, agarró el bolso, apagó la luz del cuarto y cerró la puerta. Encendió la luz del living, puso la nota sobre una de las mesitas del sillón y se quedó mirando las fotos de Gabriel y la nena que estaban en las paredes. En una de ellas, Gabriel, que tenía el cabello más corto y apenas se le notaban los rulos, tomaba a Chiara de la manito, ella con su guardapolvo de jardín de infantes azul y dos colitas, y estaban en la calle. Y había un detalle que ya había notado: Chiara sonreía igual que Gabriel, se le formaban las arrugas en la nariz y se le achinaban los ojos.

      Había otra en la que Gabriel sostenía a una beba Chiara en brazos, ella dormía y él la miraba, sonriendo, con esas arrugas que se le formaba en la nariz muy pronunciadas. Parecía que estaban en la casa, pero con los muebles cambiados de lugar.

     Miró unos segundos más y salió de allí. 

     Aquellas imágenes lo habían convencido aun más.

     Gabriel llegó a la puerta de su casa una hora más tarde. La ventana del living estaba cerrada, lo que quería decir que Renato o se había olvidado de abrirla o todavía seguía durmiendo.

     Antes de abrir, resopló y se pasó la mano por los rulos. Estaba nervioso por lo que iba a hacer, pero a la vez ansioso y emocionado. 

     Agarró el Dos Corazones y entró a la casa a buscar al chico. En el living no había nadie y estaban todas las luces apagadas. Entonces, seguiría durmiendo.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora