Capítulo 50

630 62 61
                                    

Terminó de hacerle la colita y la tomó en sus brazos, mirándola.
—Bebé, tengo una pregunta muy importante que hacerte. Quiero que me respondas con la verdad y de corazón. ¿De qué cuadro sos? ¿De boca o de River?
      Chiara alzó los brazos como en victoria y soltó:
—¡River!
    Gabriel abrió la boca sorprendido y después largó una carcajada.
—Quiero ter de River. Quiero ter de River, papi.
      Gabriel rio un poco más.
—¡Tato! —exclamó entonces—. ¡No puede ser!

                                   ***

Capítulo 50

     Aquella noche, después de cenar, dispuesto a tirarse en su cama a dormir, a Renato, un arrepentimiento empezó a invadirlo entero. Pero ya estaba hecho. De su mesita de luz, sacó la hoja con los ejercicios que Gabriel tendría que estar corrigiendo en ese momento. En un descuido del ojiverde, con desesperación, sin saber qué hacer, le había sacado su hoja de tarea.

      ¿Por qué justo Gabriel tenía que ser su profesor? ¿Por qué?, era una pregunta que insistía en su mente.

    Y en algún momento Gabriel se daría cuenta de lo que había hecho. Se enojaría con él. Además de que aquello no lo salvaba de nada. Irremediablemente, Gabriel era su profesor de Matemática y tenía que estar pendiente de sus tareas y dudas.

     Iba a ver que hacía todo mal. Que no le entraba nada en la cabeza. No quería que lo mirara con decepción, que pensara que era un tonto. No quería que pensara que no podía hacer nada solo… Aunque tal vez eso sí era así.

    Se acomodó para dormir, sus pensamientos se atropellaban unos a otros y las lágrimas mojaban su rostro y la almohada por pensar en lo que había hecho. A Gabriel. Si fuera otra persona, a Renato no le importaría, hasta pensaría que era una tontería, pero no era cualquier otra persona, era Gabriel. Se imaginaba la cara de decepción y enojo que pondría su novio por lo que había hecho, la cara del ojiverde al ver que hacía todo mal. Todos esos pensamientos se enredaban en su mente, hacían un nudo en su interior y formaban lágrimas que no podía contener.

    El lunes casi ni miró a Gabriel. Gabriel sí lo miraba. Al principio, le sonreía y parecía que su corazón iría a explotar en cualquier momento por ese chico. Pero empezó a notar que Renato esquivaba su mirada, o cuando lo miraba, tenía una cara seria, y la sonrisa se le fue yendo. Lo siguió mirando, pero serio e intentando comprender.

—No pude corregir los ejercicios este fin de semana —dijo Gabriel en un momento e inconscientemente dirigió una mirada a Renato, que lo miraba con la cabeza gacha, moviendo la punta de la lapicera de un lado a otro sobre la hoja de carpeta.

—¿No puede hacer los ejercicios en el pizarrón, profesor? ¿Como estuvo haciendo? —preguntó Thais, que se sentaba en el fondo.

—Estuve pensando que es mejor que yo siga sus pasos y vea cómo van en la materia, de una forma más personalizada. No quiero que se queden con dudas, y si algo no entienden, lo vamos viendo. Es mejor que yo esté al tanto de sus progresos y errores, por lo que me van a ir entregando toda tarea que realicen en clase o en casa.

     A continuación, explicó nuevamente un tema, porque muchos no habían entendido, les hizo hacer unos ejercicios, y cuando pasaron las dos horas de clase y sonó el timbre del recreo, Gabriel demoró un poco en acomodar las cosas, viendo cómo todos los alumnos iban saliendo del salón, todos, sin excepción.

—Quattordio, espere un segundo, por favor.

     Renato frenó en la puerta y se hizo a un lado para que los últimos que quedaban en el aula salieran.

    Gabriel se colgó la valija y se acercó al chico. En el pasillo había silencio y soledad.

—No me entregaste los ejercicios —le dijo Gabriel y Renato sintió su interior desmoronarse, casi que no sabía que decir.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora