Capítulo 22

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    Comió algo, ordenó, barrió, lavó los platos, limpió algunos rincones de la casa y se puso a corregir tarea que se había llevado de la clase. Más tarde, al terminar de corregir, dejó todas las hojas en la mesita ratona y se levantó dispuesto a preparar todo para bañarse, pero entonces, sonó el timbre. Se dirigió a la ventana para correr la cortina.
     Renato estaba al otro lado de la puerta, rascándose la nuca, con arruguitas nerviosas en el entrecejo, esperando a que lo atendiera.


                              ***

    ¿Por qué había ido? ¿Le había pasado algo?

    No se esperaba ver a Renato ahí, por lo que abrió la puerta con cara seria y preocupación. El día estaba nublado, y aunque no hacía mucho frío, castañeteó los dientes y la piel de los brazos se le pusieron de gallina, porque iba en remera de manga corta

—Tato.

   Renato no habló en seguida, se quedó mirándolo unos segundos.

—Emm… Quería verte —soltó al fin, pero no le había resultado tan difícil. Ya le había dicho que lo quería. Si había podido animarse a eso, se podía animar a mucho más. Ese pequeño acto de su interior le había dado aún más valor.

    Pero Gabriel se había quedado mirándolo a los ojos sintiendo que su corazón iba a explotar. No lo esperaba eso tampoco, que tomara la iniciativa así.

—Vine a verte, así hacemos algo, no sé. Ir a un lado. Pasar el tiempo juntos, un rato.

      Gabriel lo miraba sin decir nada. Estaba aturdido. Impactado. Ilusionado. Ido. Emocionado.

—La flasheé. Solo fue una noche, seguro, no dije nada… No…

   Ahí Gabriel reaccionó.

—¡No! ¡No! Es que no me lo esperaba.

—¿Qué?

—Esto, Tato, que vinieras.

—Ah. —Renato soltó una risita nerviosa. Y Gabriel sonrió a su vez.

—Me iba a bañar. Pasá —le pidió el ojiverde, haciendo lugar para que el chico entrara a la casa, y Renato lo hizo, esta vez, sin negativas, ni quejas, ni tan siquiera timidez.

    Gabriel cerró la puerta, acordándose de que no se habían saludado, por lo que dio media vuelta y se acercó más al chico, que estaba de cara a él, sin apartar su mirada de la suya.

—Hola —saludó Gabriel.

     Renato sonrió y también dio un paso hacia él.

—Hola —respondió el castaño.

     Las puntas de sus zapatillas casi se tocaban. No dejaban de mirar de los ojos a la boca del otro, recordando la sensación de las bocas juntas y el sabor de cada rinconcito.

—Hola —repitió Gabriel antes de que se abalanzaran al mismo tiempo a atacar la boca del otro con la suya. Los brazos del castaño de pronto rodeaban el torso de Gabriel y las manos del ojiverde agarraban al chico de las mejillas.

     Segundos después, se separaban solo sus bocas. Los brazos de Renato seguían rodeando a Gabriel y las manos del ojiverde seguían agarrando la cara del castaño.

—¿Y qué querés hacer?

—No sé… Algo… Ya hice toda la tarea, eh —aclaró apresuradamente el chico. Gabriel rio apenas.

—No voy a pedirte que hagas deberes
—respondió Gabriel mientras acariciaba la mejilla del castaño con sus pulgares.

—Menos mal —rio Renato.

Chico problemático // QuallicchioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora