Capítulo 25

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    A poco menos de cuatro kilómetros de la isla encima de la cual se arremolinaba el huracán, Kara y Diana tuvieron que descender unos metros hacia la superficie del mar, de modo que se les hiciera más fácil alcanzar su objetivo sin ser repelidas por las extraordinariamente potentes ráfagas.

    Las nubes negras rugían y dejaban caer una densa cortina de gotas de agua que causaba leves molestias en su avance, más que nada en lo referente a la visión panorámica.

- ¿Qué es eso?- Gritó Kara, tratando de hacerse oír a través del viento, las olas y los truenos.

    Diana bajó los ojos en la dirección que apuntaba, hacia el mar embravecido, por cuya superficie daban saltos unas criaturas semejantes a delfines a simple vista, pero con irregularidades en su movilidad y forma que hacían creer al mismo tiempo que podía tratarse de algo más.

- Atlantes- Replicó con seriedad, elevando nuevamente la vista hacia el tifón-. También deben haber tenido alguna especie de noción del origen del problema. Están aquí por lo mismo que nosotras.

    Kara asintió, frunciendo el ceño. ¿Atlantes como... sirenas y tritones? ¿Habitantes de Atlántida, la ciudad de los cuentos infantiles? Volvió a echar una mirada a los seres que aparecían cada unos segundos en la superficie y utilizó su visión kryptoniana para salir de dudas. Para su asombro, los supuestos Atlantes no tenían una sola extremidad con forma de aleta. En cambio, estaban dotados de piernas y manos tal como cualquier ser humano, si bien también se veían ciertas membranas entre sus dedos, que en el caso de los pies eran un poco más largos de lo usual.

- ¡No podremos acercarnos por el aire!- Vociferó Diana, en vista de lo mucho que les estaba costando desplazarse a medida que se iban aproximando más y más al gigantesco y reverberante tornado oscuro.

    Kara hizo un gesto en concordancia. Ella también comenzaba a sentir la resistencia del viento un poco más fuerte de lo aguantable.

    Señaló hacia el mar.

- ¡Faltan solo unos metros para llegar a tierra!- Exclamó-. ¡Quizás podamos completarlos por debajo!

    No estaba segura de si Diana la había oído. Ella no tenía problema en captar sus palabras debido a la súper audición con la que estaba equipada, pero en aquel entonces el escándalo a su alrededor era tan significativo, que le pareció que ningún oído que no fuese el suyo podría lograr semejante proeza.

    Sin embargo, la reina de Temiscira, si no es que había sacado la conclusión tras verla señalar hacia abajo, debía de contar con alguna especie de habilidad semejante, puesto que, tras un leve asentimiento, se orientó hacia la superficie del mar y, con los brazos extendidos adelante en forma de flecha, desapareció por debajo de la misma.

    Kara, insegura de cómo se tomarían los Atlantes su intrusión, se lanzó detrás de ella y fue recibida por el pinchazo de frío de las aguas furibundas y de un color verde negruzco del atlántico.

    Al sentir la potencia del encuentro de mareas allí abajo, se preocupó por la posibilidad de que Diana se hubiese visto en problemas, pero pronto descubrió que volvía a subestimarla. La mujer ya había avanzado varios metros hacia adelante, mezclándose entre los hombres y mujeres pez – que iban ataviados con gruesas armaduras metálicas – sin llamar demasiado su atención. Algunos de ellos le lanzaban un breve vistazo de reconocimiento, pero no parecían interesarse por su presencia. Lo mismo sucedió con Kara cuando les dio alcance.

    Así, en tropel, se dirigieron hacia la playa cuya cercanía comenzaba a percibirse conforme el fondo se hacía menos lejano y las olas estallaban con más furia en la superficie.

Nuevos Comienzos- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora