Epílogo

2.9K 207 42
                                    

La pantera rugió fieramente, agazapándose sobre el suelo selvático repleto de hojarasca podrida y enredaderas. Los músculos de sus patas se tensionaron bajo el pelaje sedoso y brillante de la estación lluviosa, y frente a ella, Lyla rugió aún con mayor ímpetu, agachándose y hundiendo los dedos en el musgo del tronco sobre el cual se encontraba. La mirada que intercambiaban ambas contrincantes era tan intensa y seria, que quienes viesen desde fuera el enfrentamiento, habrían podido jurar que era a muerte.

La piel de la pequeña poseía un mágico color anaranjado fulgurante que a veces se apagaba y se tornaba opaco, así como a veces enrojecía y la volvía visible para cualquier criatura que estuviese en los alrededores. Sus ojos verdes brillaban entre medio de la maleza como dos enérgicas estrellas glaucas. La melena rubia y despeinada flotaba sobre sus hombros menudos, siempre cubierta de hojas y ramitas, y a veces hasta de algas de la playa. Pero a pesar de sus idas y venidas diarias y sus aventuras algo arriesgadas hasta para el más aguerrido de los adultos, jamás en la vida se había hecho un solo rasguño. No conocía el dolor, y por lo tanto, ha de suponerse que tampoco el peligro.

La primera en atacar fue la pantera. Se lanzó hacia Lyla con una furia juguetona, y la niña la recibió en el aire con ambos brazos extendidos hacia el frente. Ambas rodaron por entre la espesa vegetación, aplastando las plantas en su camino, ya fuesen helechos o las famosas orejas de elefante.

Lyla lanzó un gruñido y dio un salto hacia un árbol, colgándose de una rama y enseñando los diminutos dientes afilados en un gesto lobuno. Su compañera de juegos la miró desde abajo con la lengua afuera, soltando un gruñido ronco desde el fondo de la garganta. La pequeña rió y se agarró de una liana para bajar nuevamente al suelo.

-          ¡Serás perezosa, Anika!- Se cruzó de brazos y vio, indignada, cómo su amiga se recostaba panza arriba y soltaba un sonido de resignación-. ¡Bah, me estás dejando ganar, como siempre!- El animal pareció suspirar- No, nunca es muy temprano para jugar- y luego un gruñó-. Como adversaria no vales ni un puñado de bayas, pero no importa; aún tengo que arreglar cuentas con ese oso que encontré rondando el palacio de las tías Mel y Diana. Él sí sabe usar las garras. ¡Venga, vamos a despertar a mis mamás! Ya han dormido suficiente- La pantera resopló y se puso de pie con languidez-. ¡Qué va!, si les encanta que las despierte. Además ya estoy aburrida; hice todo lo que se puede hacer en una mañana. Perseguí a los tiburones del acantilado oeste, nadé con las ballenas, vi nacer a los polluelos de Alondra y tallé y di forma las piedras de las grutas del sur con mi visión calorífica. Ah, y también corrí un rato con la manada de Kasimil, que cazaba cerca de las laderas de la isla madre. Quizás le pida a mamá que me lleve a visitar a la abuela a la granja, o a la tía Alex en su trabajo. ¡Cualquier cosa me vendría bien, con tal de que no sea en esta condenada isla!

Y así como terminó de hablar, salió disparada hacia la costa, saltando de árbol en árbol; saludando a los monos que los trepaban y a los pequeños animales que se movían por el suelo tratando de dar con los frutos caídos o con algún insecto debajo de uno que otro tronco podrido. Todos le dirigían miradas suspicaces y le transmitían sus sentires momentáneos, y ella los comprendía desde la raíz de su existencia. Sus habilidades eran ampliamente variadas e impredecibles en su surgimiento; entre muchas otras cosas, leía con claridad los corazones de cada bestia, ser humano, alienígena o criatura que se le acercase, y tenía cierto grado de control sobre los focos de los demás. Podía sentir lo que ellos sentían, pero también podía influenciarlos y provocar que ellos sintiesen lo que ella. Su abanico de posibilidades, a tan solo siete años de edad, parecía no tener fin. Había escuchado a su familia y a los amigos cercanos comentar acerca de lo especial y poderosa que era, pero nunca había entendido la naturaleza de esas afirmaciones. Tal vez podía hacer cosas que muchos no, e incluso algunas de sus habilidades opacaban a las de sus madres, pero jamás se le hubiese ocurrido pensar o ni siquiera hubiese podido asimilar, en realidad, que era, por entonces, el ser más poderoso de toda la tierra.

Nuevos Comienzos- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora