Capítulo 29

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Lena se recostó sobre la hierba fresca y húmeda, siendo incapaz de determinar si conseguiría volver a levantarse dada la considerable extenuación de la que era víctima su magullado cuerpo.

Sentía con toda precisión la textura de las hebras de pasto sobre su piel sensible y sonrojada por el esfuerzo físico. No estaba del todo segura acerca de si se había caído ella misma o si se había tratado de un empujón por parte de la espada de Morgria. Tampoco es que le importase demasiado descubrirlo. Sus encuentros con el suelo ya no eran ninguna clase de variable en el entrenamiento. 

-          Creo que ya es suficiente por hoy, chica- Declaró su tutora-. Puedes ir a cenar y darte un merecido baño. Seguiremos mañana.

Lena suspiró aliviada, soltando el mango de la espada y desatándose el escudo del brazo izquierdo.

No podía esperar para lavarse la suciedad y el sudor y tenderse en la cama a reposar un rato, siendo despertada más tarde – muy seguramente – por la caricia de los labios de Kara, que solía arribar cerca del anochecer.

Vibró de regocijo ante la perspectiva de recostar la cabeza sobre la piel desnuda de la joven mientras oía su voz serena y tranquilizadora narrándole los sucesos de su jornada en Ciudad Nacional; contándole algún escándalo protagonizado por su tía o informándole acerca de la detención de algún alienígena en la DEO. Esa era, por lejos, su parte favorita del día.

Contó hasta tres y se incorporó, siendo reprendida por sus músculos entumecidos.

Se puso de pie frotándose el cuello y haciendo círculos con los hombros. Le faltaba mucho para estar en forma como las otras mujeres, que no parecían sufrir ni un cuarto de las molestias que la agobiaban a ella.

Morgria le dio un par de suaves palmadas sobre la espalda y se dispuso a seguir su camino hacia la zona baja del poblado, pero algo la detuvo.

Lena oyó lo mismo que ella, y así también el resto de las presentes. El sonido del entrechocar de metales y varas cesó en tanto todos los ojos se volvieron hacia el risco que secundaba al campo de entrenamiento.

Un nuevo golpe estalló en el aire, y pronto una figura colisionó violentamente contra el suelo, rodando sobre sí misma hasta detenerse cerca del borde del acantilado.

Poco después, antes de que nadie consiguiera darse cuenta con precisión de lo que estaba sucediendo, una segunda figura aterrizó pesadamente en el campo, junto a la primera.

Se trataba de una mujer alta, con una larga melena de pelo azabache que danzaba al viento. Llevaba una armadura roja y azul que le cubría solo parte del cuerpo y empuñaba una espada corta y en apariencia pesada en la mano derecha.

Levantó a su rival por el cuello del traje, elevándola en el aire como para que el resto la viera.

Era Kara.

El corazón de Lena se encogió de miedo. Sin pensarlo siquiera, se precipitó hacia el lugar donde Diana y Kara se propinaban sendos golpes que hacían vibrar la tierra a su alrededor.

-          ¿Qué diablos están haciendo?- Exclamó, alarmada.

-          Aléjate- Kara hizo un esfuerzo por ponerse de pie desde el sitio donde había quedado tendida luego de la última arremetida de la reina de las amazonas. Su piel estaba surcada por un montón de venas verdes y brillantes-. No hagas caso de nada de lo que ella te diga...

Lena la observó desconcertada, acercándose  y pasando un brazo por debajo de los suyos para ayudarla a levantarse.

-          ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás así?

Nuevos Comienzos- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora