Capítulo 38

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Era una mañana despejada en Smallville. El verde de las praderas y cerros centelleaba al rayo del sol dorado posicionado a medio camino en el cielo, y el rocío de la helada tardía que colmaba cada hebra se asemejaba, en conjunto, a cientos de diamantes en forma de gotas resplandecientes distribuidos sin un orden específico por el campo.

Lena se apoyó en la cerca a las afueras de la granja Danvers y extendió una mano hacia la crin  blanquecina de Alura, la yegua de Kara. El animal resopló y bajó la cabeza hacia ella, gustoso. La joven percibió la abundante energía acumulada desde hacía días en sus potentes músculos y reconoció, mediante los estímulos que le llegaban desde su foco, la inquietud que al despertar esa mañana ya había recibido, así como también, aunque de forma más sutil, la urgencia de salir a recorrer los campos como a menudo Alura hacía en compañía de quien fuera que se apiadara de ella.

-          Lo sé, chica.- Le dijo, pasando una mano por su gran cabeza-. Estar encerrada apesta, ¿a que sí? Pero al menos tú no tienes que esconderte. Si se te diera por saltar esta pequeña cerca, podrías ir a donde quisieras sin ninguna preocupación. No es mi caso, pero bueno, tampoco tengo mucho de qué quejarme... Es cierto que me gustaría tener algo más de independencia, pero supongo que bastante la tengo ya.- La yegua agachó la cabeza un par de veces, como si asintiera. Lena rió. Sabía que no era una afirmación, pero el aire que tuvo de una le recordó lo ridícula que debía de verse hablando con un caballo. Más aún tomando en cuenta que sabía que la habían estado mirando de cerca durante gran parte de ese rato.

Kara se pegó a su espalda y pasó las manos por debajo de sus brazos para entrelazarlas sobre su vientre. Luego apoyó el mentón en la curvatura de su hombro y le dio un suave beso en la mejilla. Lena le envió su regocijo en respuesta y la miró de costado con una sonrisa.

-          Buenos días- Le dijo.

-          Buenos días- Correspondió Kara, risueña-. Veo que el campo te convierte en toda una madrugadora- Observó.- Te extrañé a mi lado en la cama...

Lena se encogió de hombros, recorriendo el cuello de Alura distraídamente.

-          Me despertó su agitación y la de los demás animales. ¿Sabías lo sensibles que son a los cambios atmosféricos? Creen que se acerca una tormenta fuerte.

Kara miró hacia el cielo enfáticamente. No existía ni el más mero rastro de nube ese día.

-          Tal vez sea por otra cosa, Lee. Un zorro merodeador, o algún perro perdido de las chacras vecinas- ofreció.

-          No me dieron esa sensación- Señaló la morena.

Kara se encogió de hombros y comenzó a mordisquear su oreja, provocando que riera y se retorciera entre sus brazos.

Había pasado casi un mes desde el encuentro con Lilian Luthor, y desde entonces, si bien seguían con la guardia en alto y algo intranquilas,  no habían vuelto a saber nada más de Cadmus ni de los hombres de metal. 

La experiencia vivida en la cueva bajo tierra –a donde Lena llevó a Kara luego de salvarla de su madre – brindó a todos los involucrados algo de tranquilidad de la que durante tiempo les había faltado. Al menos era seguro que la presencia que habitaba en la morena no tenía malas intenciones, y quizás, en algún momento, la joven y ésta pudiesen vivir en comunión la una con la otra, haciéndose de algún tipo de control que impidiese que, a la menor provocación que se le hiciera a Lena, ésta destruyera todo a su paso.

Tan pronto como Kara las sacó a ambas de aquel lugar tan recóndito y particular alojado por debajo de la superficie terrestre, se enteraron de que habían pasado una semana ausentes del radar del mundo, o más precisamente, del de la DEO. Alex lloró de alivio al volver a ver a su hermana en una sola pieza, y mandó de inmediato a que le hicieran toda clase de análisis para descartar cualquier tipo de residuo de lo acontecido.

Nuevos Comienzos- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora