Eran el océano; un océano profundo, oscuro y silencioso. Un sinfín de corrientes que confluían bajo la superficie calma y quieta. Se girasen a donde se girasen los ojos, se encontraría el infinito y lo inmensurable. Lo oculto y lo desconocido. Aquello que era demasiado complejo para el entendimiento y demasiado evidente para no verlo.
Se desprendió como una gota de ese pondo perpetuo, y sintió que algo se resquebrajaba y dejaba atrás un vacío dentro de ella. Lo siguiente fue una luz en la superficie, y la nerviosa urgencia de subir en ascenso hacia esa fuente blanca y brillante.
Y así lo hizo. Dio una brazada, y luego otra. Sus brazos estaban allí, a pesar de que tuvo la sensación de que los mismos nunca habían existido. De que ella era nada más que una partícula diminuta e informe cuyo propósito no era sino vagar por ese lugar sin nombre ni explicación.
La opresión en su pecho le impedía respirar. Se estaba ahogando. Luchaba con ímpetu contra la presión que ejercía el agua sobre su cuerpo, pero era imposible salir adelante.
Se hundió. Dejó de resistirse. La luz se fue alejando cada vez más, hasta que un mero punto tomó el lugar del fuerte destello. No le quedaban fuerzas, ni ganas de seguir. Había un miedo atroz alojado en su corazón; un dolor que no sabía fundamentar, pero cuya envergadura era tan significativa, que no tenía reparos en pensar que perderse y perecer era mejor que descubrir lo que fuera que estuviese detrás de la superficie.
Resignada, dejó que la oscuridad abrazara su cuerpo. Era agradable sentir el roce del agua contra la piel como una cálida caricia y la liviandad que la rodeaba al estar flotando, cayendo, hundiéndose. Quizás no fuera tan malo dejarse ir. Era, sin duda, mucho más agradable y fácil que batallar.
Percibió entonces que una mano se aferraba a su brazo. Vio una sombra que bloqueaba la luz, y luego de eso, su cuerpo comenzó un nuevo ascenso, aunque a esa altura, ya no estaba tan segura de si se trataba del mismo descenso en su mente falta de oxígeno.
No supo cuándo perdió la conciencia, pero al recuperarla, previo a abrir los ojos, los recuerdos ya habían regresado. Lo descubrió sin más remedio: era una asesina, una cobarde, una...
Abrió los ojos y quiso llorar. Quiso morir. Pero esos pensamientos la abandonaron del todo cuando posó la mirada en el rostro que la contemplaba por encima de su cabeza. El rostro que le sonreía.
No podía ser verdad. Las cosas eran muy complicadas para que esa imagen fuera otra cosa que un engaño. Extendió una mano para palpar su piel. Estaba húmeda. Y su mano también lo estaba. Parpadeó y quiso hablar, pero se atragantó con las palabras.
- K-K...
Su voz sonó cortada. Estaba llorando, pero no sabía cuál del sinfín de emociones que latían en su pecho era la que lo provocaba. Quizás todas ellas, o el miedo de darles crédito por si acaso se trataba de una falsedad.
Kara sacudió la cabeza y soltó una jovial carcajada.
- Estoy aquí, cariño... Conseguiste arreglarlo todo.
Lena volvió a parpadear y miró a su alrededor con desmesurada confusión. Estaban en la cueva. En el Rac Atreúr.
Se incorporó de repente, ignorando el pinchazo en su cabeza, y se giró hacia Kara, en cuyos muslos había descansado su cabeza, con los ojos bien abiertos, mirándola de arriba abajo, incapaz de moverse, temiendo estar alucinando.
- ¿Por qué no vienes y me das un abrazo?- preguntó la rubia-. Te he echado de menos.
Lena ladeó la cabeza y se desplomó sobre ella, apretándola con toda la fuerza de sus brazos. Llorando desconsoladamente. Soltando todo lo que en esos meses se había guardado y batallado dentro.
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Nuevos Comienzos- Supercorp
Hayran Kurgu"El camino a la grandeza está repleto de cuestas y obstáculos, de amistades y enemistades, de amores y pérdidas... Pero llegarás a la cima algún día, pequeña; y cuando eso ocurra, todo lo que tuviste que pasar al fin cobrará sentido ante tus ojos" L...