Capítulo 67

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Diana rodó por la azotea y cayó del edificio, repelida por una corriente energética contra la que le resultó imposible luchar. Por suerte, sus reflejos no le fallaron y consiguió utilizar el lazo que traía amarrado a la muñeca para quedar sujeta a la empalizada de hierro de un balcón cercano. La gravedad, sin embargo, no estaba de su lado. La explosión de poder que originó el despertar del Númex en Kara abarcaba toda la ciudad y seguía expandiéndose, y su fuerza se equiparaba, o quizás incluso superaba, la del peor huracán imaginable.

La reina amazona se sostuvo como si su vida dependiera de ello de ese único agarre que le impedía salir disparada hacia atrás para acabar quién sabía dónde. Aquello era demencial; deseaba con todo su ser estar equivocada en cuanto a sus suposiciones. Si el Númex había sido corroído por el Dotex, ya no habría esperanzas de salvación para nadie en la tierra. Lena nunca acababa de enseñar todo su poder; prácticamente ni siquiera sabía de lo que era capaz. Le había confiado una vez, que cualquier descubrimiento o innovación en sus habilidades se lo debía a esa presencia en su interior con la que ya un par de veces había entablado la más inédita de las conversaciones. La batalla contra Alnebis, la posesión del cuerpo de Kara, el cómo derrotó al Xemun; todo ello había venido de su segunda conciencia, esa a la cual no comprendía ni controlaba. Si el Númex no hubiese querido que aquel día triunfara, no lo habría hecho. Si no le hubiese ido enseñando una a una las cosas que le eran posibles y cómo podía llevarlas a cabo, Lena habría estado ahora tan ciega e inválida como lo estuvo al principio. Y quizás también, si el Númex no hubiese deseado lo que ahora sucedía; si no hubiese sido atizado por la rabia, la impotencia y la agonía de su contenedor humano, nada de lo que ahora Diana y el resto de la liga presenciaban habría ocurrido.

Kara era aún visible entre las llamas rojizas que rodeaban su cuerpo. Estaba de rodillas y tenía la cabeza inclinada hacia atrás en un ángulo que conjugaba con el arco que había hecho su espalda. El grito que en un principio había salido como arrancado desde el fondo de su garganta retumbaba en la conciencia de todos los presentes a varias millas de distancia. No era un sonido de agonía, o al menos no solo eso. Diana creyó notar en las terribles notas que emitía la voz de su amiga y la de ese otro espectro incomprensible que la poseía, la fuga del esfuerzo y de la adrenalina a los cuales estaba sometido su cuerpo, que le eran imposibles de resistir aún con todo el estoicismo del mundo.

Sentía que el lazo se le escapaba de las manos, estaba a punto de soltarse. Apretó los dientes y gritó, contrayendo todos los músculos en el afán desesperado de seguir sosteniéndose, pero de poco le sirvió. La energía la arrastró como una marea de destrucción masiva que ya había hecho lo suyo con los restos ya de por sí destrozados de la ciudad. Diana cayó sobre una avenida resquebrajada y desierta, en la que los autos, motos, camiones y autobuses hechos añicos y abandonados eran movilizados con una violencia brutal.

Rodó sobre sí misma y fue golpeada varias veces por cascotes y trozos de metal que volaban por doquier. En uno de esos giros consiguió pararse sobre sus dos botas, que rechinaron contra el asfalto troceado. Dio un salto de seis metros para evitar ser el blanco de un autobús que venía junto con la corriente, pero no consiguió evadir otros dos autos que venían detrás.

Dio tumbos por la misma avenida hasta que consiguió agarrarse de un fierro sobresaliente de la acera que muy probablemente hubiese sido un cartel en tiempos menos apocalípticos. Giró la cabeza hacia un lado y vio que, entre medio de dos edificios, al resguardo de la sobrenatural tormenta, estaban Bruce, Barry y Hal.

Deslizando poco a poco las manos hacia la base del fierro, consiguió llegar al suelo y clavar los dedos en la acera. Así avanzó, estando peligrosamente cerca de irse con un trozo de vereda en un par de ocasiones, y al final consiguió la estabilidad suficiente para caminar.

Nuevos Comienzos- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora