EL ELEGIDO... O NO. (En Revisión)

ESTE MUNDO ES UNA MIERDA

Llegamos a media mañana a la ciudad, no era muy grande, sobre unos cincuenta mil habitantes, pero, en cambio, su muralla media mas de doce metros de altura con altas torres de casi veinte metros con lo que parecían ser balistas y catapultas en su cúspide.

Nos acercamos al enorme portón, de mas de cinco metros de altura y unos seis de ancho y antes de que un guardia, que se nos acercó con la mano en la empuñadura de la espada pudiera abrir la boca, ella sacó un medallón de su túnica y el soldado casi se arrodilló ante la maga, la cual antes de separarse de mi lado e ir con su aprendiz, o lo que fuera, al gremio, me pagó lo acordado y me dijo que si necesitaba algo, que fuera a buscarla, que estaría en la ciudad unos cuantos días, pero yo tenia algo que hacer y le dije que no sabia si podría ir.

Pregunté por las oficinas de los guardianes de caravanas, ya que les quería entregar las chapas de identificación de sus hombres. Cuando llegue, el edificio me pareció austero y deslucido y el interior era mas de lo mismo: apenas un par de sillones maltrechos para sentarse y un malcarado con muy malos modos en lo que parecía ser la recepción.

Le expliqué lo que pasaba y me dijeron que ellos no se hacían ni cargo de las chapas ni me podían dar las direcciones de la familia, al final y cobrándome una moneda de plata, (¡tengo que saber los valores de las monedas ya!) enviaron a un mensajero para que avisara a las familias. Mientras esperaba a las familias, le pregunte al recepcionista que qué tal iba el negocio y me contestó de malas maneras, comentando y mirándome de arriba a abajo que como los "señores" aventureros como yo, también se contrataban como vigilantes de caravanas, su trabajo había disminuido y habían tenido que bajar precios.
Le pregunte donde podría encontrar una posada que fuera barata y confortable y me dijo que LA DAMA BLANCA era un buen lugar, al coste de una moneda de plata la noche con comida y cena, pero al ver mi gesto, ya que solo tenia cuatro platas, me contó que un varios grupos de aventureros habían construido una especie de campamento extramuros, pero eran pendencieros y bravucones con mujeres del mal vivir con ellos, decidí no contestar a eso y poco después entró una mujer sobre unos cuarenta años, con andar altanero y prepotente, levantando la cabeza como si fuera noble mirando al portero, el hombre me señaló con la cabeza a un pregunta muda de la mujer y vino hasta mi como si me quisiera pegar.

-¿Quien eres y que quieres?

Saqué lentamente la chapa del que supuse era su marido y se la entregué
-Lamento tener que decirle... -pero la mujer se dio la vuelta y se alejó sin dejarme acabar y con la chapa en la mano, después descubrí que tenia una aventura con un noble menor y que no había sufrido mucho por la muerte de su marido.

Diez minutos después entró una muchacha con un embarazo bastante avanzado, entró lentamente, sujetándose la tripa con una mano y vestida con poco mas que harapos, entraba temblando y con miedo, los ojos le brillaban al borde del llanto y yo noté como un puño me oprimía la garganta.

Me acerque a ella y le cogí las manos, las tenia frías y llenas de callos, me miró esperanzada y sin poder decir nada, negué con la cabeza.
Se puso a llorar de forma desconsolada, mientras que el portero parecía ausente de todo ese dolor, maldecía a su marido por haberla traído hasta allí, que hubiera muerto sin conocer a su hijo, y a la vez le daba las gracias por haberla traído allí, ya que en su pueblo hubieran muerto, por ser de dos familias enfrentadas y habían tenido que huir cuando ella se quedo embarazada, le había prometido que se comerían el mundo juntos y el mundo se lo había comido a él.

Cuando le mostré la carta y comenzó a leerla, cayo sin sentido al suelo y con mucho cuidado, la recogí del suelo, no pesaba mucho a pesar de estar embarazada, la tumbe en el sillón y después leí la carta, se que era una violación de intimidad, pero debía saber que ponía.