Capítulo 46: El Dorado

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Roxy deambulaba desorientada por aquel extraño lugar; con columnas doradas, que no sujetaban ningún techo; y un pulcro suelo blanco, que casi se asemejaba a un abismo deslumbrante. De repente, aquellas alas brillantes volvieron a batirse frente a sus ojos, volando por los pasillos.

—¡Espera!

Roxy corrió tras el ángel, pasando entre las columnas, volviendo siempre al mismo lugar. Era como si estuviera corriendo en círculos. Cuando al fin se detuvo, ya dándose por vencida, tuvo una sensación extraña a su espalda. Se dio la vuelta y caminó cautelosa por el pasillo, hasta llegar a la estatua dorada de un ángel. Tenía una larga melena y sus enormes alas se encontraban plegadas a su espalda.

Había algo en aquella imagen que le hacía tener una sensación extraña, una que recorría todo su cuerpo y culminaba en su corazón. Una que, en verdad, no era capaz de identificar.

Alzó la mano, dispuesta a tocar la estatua, pero una repentina voz la hizo detenerse:

—Roxy —la llamó una mujer.

Roxy pegó un respingo, impactada por aquella voz. Conocía esa voz. Pero, ¿por qué?


—¡Roxy, despierta! —grito Misty, zarandeándola en la cama.

Roxy se incorporó, sobresaltada, creyendo que había ocurrido alguna emergencia.

—¿Qué pasa? —preguntó con la voz ronca, aún algo adormilada.

—Levanta, rápido. Nos hemos dormido. Tenemos que bajar ya, hoy vamos de excursión al Dorado.

—¿A qué? —Se frotó los ojos.

—El Dorado. La última ciudad de los ángeles. El profesor Peters lleva semanas como loco por la excursión.

Solo mencionar a Peters hizo que Roxy se acordara de todo. El mago estaba entusiasmado por la excursión. Era el fan número uno de los ángeles. Su cultura le fascinaba, y se moría por visitar la ciudad.

El hada se levantó a toda prisa y se vistió lo más rápido posible para bajar al patio, donde las naves los estaban esperando. Seguía algo abrumada por el sueño, pero no quería perderse la excursión.


Peters y Vanyan se encontraban frente a la nave, en el patio, pasando lista mientras las alumnas iban subiendo. Como profesora de historia, Gutenberg debía ir en lugar de Peters, pero como al mago le entusiasmaba tanto la excursión, le dejaban ir en su lugar.

—Aún no me creo que Gutenberg se pierda esto —dijo Peters como si realmente fuera el mayor escándalo del mundo.

—Bueno, nadie tendría el valor de dejarte sin ir cuando nos pones esa carita —bromeo Vanyan—. Además, cuando has ido durante tantos años a la misma excursión, acabas un poco harto.

—¿Cómo osas? —Peters se hizo el ofendido—. Siempre es emocionante ver sus caras al pisar El Dorado por primera vez.

Vanyan no pudo evitar sonreír. La expresión de Peters, la primera vez que lo llevaron al Dorado, por su cumpleaños, fue tan tierna que jamás se borraría de su memoria. Desde aquel primer cumpleaños en Avalon, este lo acompañaba siempre a la excursión, y además iban de visita por su cumpleaños cada verano. Se había convertido en una tradición.

Las amigas de Roxy y Misty se encontraban en el patio esperando a que estas llegaran. Fueron las últimas en subir.

—Ya era hora —dijo Lizzy al verlas.

—¿Dónde estabais? —preguntó Morgan.

—Nos quedamos dormidas —contestó la elfa.

—Te dije que debíamos despertarlas —le dijo Morgan a Lana.

La magia de Avalon: Bienvenidos [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora