Capítulo 23: El hada de Lion King

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El reino de Lion Kong se encontraba en una isla. Era un habitad algo peculiar. Había una espesa selva, en la que vivían leones. Eran una raza curiosa y extraña, en lugar de habitar en la sabana, vivían en una isla tropical, en la cual habían acogido a los humanos desde hacía siglos. Convivan con ellos como hermanos.

Una mitad de la isla, era la selva y las montañas, donde solían vivir los leones. Y en la otra se encontraba el pueblo, la playa y el castillo de la familia real, situado en un acantilado, cerca del mar.

Los Brillet, eran la familia que gobernaba Lion King. Siempre fueron unos reyes muy queridos, alabados por su generosidad y respeto por las distintas razas y culturas.

En Lion King acogían a cualquier persona, sin importar su procedencia. Por eso su pueblo era muy variado. No era un reino de magos, ni de elfos, ni de cambia pieles... Solo eran personas conviviendo, sin importar su origen.

Era un reino pacífico. Se dedicaban al comercio. No solían meterse en disputas de otros reinos, ni causar problemas. Vivían felices en su isla, saliendo solo para compartir su cultura con el mundo.

A ojos de muchos era el lugar paradisiaco perfecto, rico en cultura, y libre de prejuicios. Pero no es oro todo lo que reluce, y donde convivían personas maravillosas, también había algunas falsas, incapaces de sentir empatía por otros, y temerosos de perder ese hogar "perfecto" que habían formado.

El rey George, de Lion King, era un hombre treintañero, de cabello y barba cobrizos. Su piel era blanca, bronceada por el sol. Era un hombre fuerte, de semblante entrañable. Siempre tenía una sonrisa en el rostro para su gente.

Una noche, fue despertado repentinamente por un temblor en el castillo, y justo en ese momento, un sirviente abrió la puerta de la habitación.

- ¡Majestad! - exclamo, alarmado.

- ¿Qué ocurre?

- La niña.

George no necesitó mucho más para saber que estaba provocando aquel temblor.

Se levantó, rápidamente, y corrió hacia la habitación de su hija. En el pasillo se encontró con su madre, tratando de calmar a sus hijas mayores.

- Papi, ¿qué pasa? - pregunto la niña rubia cuando paso por su lado.

George se detuvo un momento para intentar tranquilizarlas.

- No pasa nada, cariño. Todo va a estar bien. - Les acaricio el rostro, dedicándoles una sonrisa -. Llévatelas de aquí - le pidió a la anciana.

- Ten cuidado. Vamos niñas.

- Pero... - la rubia trato de replicar.

- Papá - exclamo la otra, pero su abuela se las llevo.

Cuando George se aproximó a la puerta de la habitación, sintió mucho calor por el pasillo, el cual se incrementaba a medida que te acercabas.

- Todo el mundo fuera de aquí - exigió a los sirvientes -. ¡Ya! - Todos se marcharon. George trató de tocar el pomo de la puerta, pero de inmediato se quemó -. ¡Roxy!

No escucho respuesta de la niña, así que utilizo su magia para derribar la puerta. Por poco el fuego no lo abrasa cuando esta se abrió. Se cubrió con los brazos, haciéndose algunas quemaduras superficiales.

En una esquina, al otro lado del cuarto, se encontraba una niña de cuatro años, de melena larga, castaña y rizada. Lloraba encogida en el sitio, y sus ojos brillaban con un color naranja como el fuego que invadía la habitación.

El fuego no salía del cuarto, ni el humo siquiera, pero dentro, aquello era el mismísimo infierno.

- ¡Roxy! - La pequeña lo miro -. Mi niña... Estoy aquí.

La magia de Avalon: Bienvenidos [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora