Capítulo 54: La voz del mar

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Peters y Vanyan se transformaron y se enfrentaron a los demonios. Esta vez no eran dos, o tres, sino diez, y los tenían rodeados.

Trataron de hacerles frente, pero parecía imposible. Caían y se levantaban de nuevo. Solo conseguían aturdirlos por un rato, pero mientras tanto la mitad se les echaban encima.

—Parece que se multiplican —dijo Peters.

—A no ser que tengas fuego o el canto de sirena, córtales la cabeza.

—Aquí el que lleva espadas eres tú.

—Cierto.

Vanyan desenvaino las dos espadas que llevaba en la espalda. Peters le lanzaba a los demonios, aturdiéndolos con su magia, y este los decapitaba. Pero no estaba siendo fácil, no les dejaban margen de respirar. Por cada uno que mataban, mínimo cuatro se les echaban encima a la vez, y no dejaban de llegar más.

Dos demonios se abalanzaron sobre Vanyan por la espalda y uno de ellos le clavó las garras. Antes de que pudiera introducirlas demasiado, Peters le disparó, alejándolo varios metros. Se quitó el anillo e hizo aparecer su bastón.

—Estoy harto. —Golpeó el suelo con el arma y provocó una honda que dejó a los demonios en el suelo. No duraría mucho, pero sí lo suficiente para huir—. Vamos. —Ayudó a Vanyan a levantarse y salieron corriendo.

—Hay que encontrar a los demás, están en peligro —advirtió el elfo.

—Primero deberíamos salvarnos nosotros. —Los demonios comenzaron a perseguirlos, mientras les disparaban desde atrás. Ninguno de los dos tenía demasiado claro a donde ir—. Puedo utilizar el bastón de nuevo —sugirió Peters.

—¡No! Te necesito de una pieza.

—Es lo único que tenemos. —De repente, un papel cayó frente a Vanyan. Este se detuvo y lo tomó del suelo—. ¿Qué pasa? —preguntó Peters, desconcertado.

—Cúbrete.

Vanyan lo empujó tras un árbol, esquivando el fuego que invadió el camino, incinerando a los demonios por completo. Cuando se asomaron, vieron a Darion con algunas heridas leves, los ojos brillantes de color naranja, y el fuego recubriendo sus manos.

Una vez las criaturas estuvieron muertas, Darion absorbió el fuego, y Vanyan corrió a abrazarlo.

—¿Estáis bien? —les preguntó el mago.

—Joder, tío. No sabía que podías hacer eso —dijo Peters, algo perplejo. Ya conocía los poderes de su compañero, pero como nunca los utilizaba, no los había visto apenas.

—Estamos bien —contestó Vanyan—. Estás herido —señaló acariciando su rostro.

—No más que tú.

—Estoy bien.

—Ehhh, chicos, no quisiera cortaros el rollo; sé que estabais muy preocupados; pero no es momento para carantoñas —interrumpió Peters—. ¿Dónde están los demás?

—Con Ony y Denis. Ese pajarraco nos salvó.

—Ya no te cae tan mal, eh —se regodeó Vanyan.

—¿Están todos bien? —preguntó Peters.

—Algunos rasguños. Denis y yo nos llevamos la peor parte. Esos bichos nos atraparon, pero conseguí liberarme rápido.

—No esperaban que hubiera un portador del fuego cerca —comentó Vanyan.

—Sí. Nos reunimos con los chicos y Ony los llevó a su nido. Denis fue con ellos para protegerlos, yo vine a buscaros. Pero faltaba gente.

Peters y Vanyan se miraron alarmados.

La magia de Avalon: Bienvenidos [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora