Capítulo 34: Síntomas

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Un flash. Una sombra. Una luz. Fuego. Oscuridad. Y un grito...

Peters despertó sobresaltado, con el pecho subiendo y bajando con rapidez, y el corazón latiéndole a mil. Unos mechones de su cabello revuelto cubrían su sudoroso rostro, desencajado por aquella pesadilla.

Se llevó la mano a la cara y trató de regular su respiración. Miro la ventana y se aproximó a ella, la abrió y respiro hondo. Necesitaba aire. Soltó un gruñido y se llevó la mano a la cabeza de nuevo; otra vez la jaqueca.

Desde las fiestas había tenido molestos dolores de cabeza y un poco de insomnio. Solo las pociones de Margarita lo ayudaban a descansar, y hacían desaparecer el dolor.

Se cubrió el pecho con la camiseta del pijama y salió en silencio de la habitación. Por un segundo pensó en buscar ayuda en la directora, no sabía por qué. Tal vez se sentía mal y solo quería un poco de consuelo. Y ella siempre conseguía hacerlo sentir mejor. Borro aquella idea de su cabeza, avergonzado, y se dirigió a la enfermería, o más bien a la habitación de al lado, la de Margarita. Solo ella podía darle algo para la jaqueca.

La mujer le abrió la puerta algo somnolienta, pero en cuanto lo vio supo para qué había ido. Se puso su bata rosa y tomó la llave de la enfermería. Tenía su melena fucsia y rizada, suelta, sin su característico moño.

- Siento despertarte a estas horas - se disculpó Peters. Le avergonzaba aquella situación, como si fuera un niño malito, incapaz de aguantar hasta el día siguiente.

- Descuida. Este es mi trabajo, hombre. Además, soy de sueño ligero. - Abrió la puerta y prendió la luz -. ¿Te despertó el dolor otra vez?

- No exactamente. Tuve una... ¿pesadilla? - Fueron como flash. Escenas tan rápidas como un parpadeo que apenas pudo distinguir -. Me desperté con una taladradora en la cabeza.

- Ya veo. ¿Se te acabó la que te di?

- Sí.

- Tomaste una al día solo, ¿verdad?

- Y solo cuando me dolía la cabeza. Lo juro.

Le entregó un pequeño vaso con un líquido rosado.

- Perdona que pregunte tanto, pero...

- Mis antecedentes - entendió Peters. No se sentía ofendido por ello en verdad -. Tranquila. Soy consciente de mis problemas. - Tomó el vaso y bebió la poción -. Gracias. Es lo único que me alivia un poco, y me ayuda a dormir.

- ¿Estás bien? Últimamente te veo peor.

- ¿Sabes? No eres la primera persona que me dice eso.

- ¿Y quién ha sido la otra?

- Roxy.

Peters rio algo enternecido y Margarita sonrió. Se sentó en la camilla, aguardando hasta que la poción le hiciera algo de efecto.

- La estás ayudando realmente - afirmó la enfermera.

- A hacerse daño al parecer. Te la traigo todas las semanas.

Ambos se rieron.

- Eso no es culpa tuya, es que es torpe, - Se sentó a su lado -, y su magia complicada. Pero realmente la veo más relajada contigo. Se estresa menos.

- Se esfuerza mucho.

- Y tú también.

Peters le sonrió y apoyó la cabeza en su hombro.

- Gracias, por tomarte las molestias de venir y de hacer esas pociones para mí.

- Hago mi trabajo, grandullón. - Peters la miro, aun con la cabeza en su hombro -. Y siempre cuido de los míos.

La magia de Avalon: Bienvenidos [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora