Capítulo 33

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—Quiero decir cuidar —sentenció Harry con dulzura. Sabía que me lanzaba un hueso, pero me rendí de todos modos. Especialmente cuando pasó su brazo por mis hombros y me besó en la sien.

—Este soy yo vigilándola —dijo Rodney—. Si yo no hubiera venido, habría venido sola.

—Y tú, Aleza —dijo Harry, duro y enfadado—. ¿Qué estás haciendo aquí? —El hombre con el que hablé para poder ir a ver a Harry estaba torpemente de pie y bajó la mirada a sus zapatos—. Aleza, me metiste en esa celda tú mismo, así que ¿por qué ayudarla a sacarme?

—Por la misma razón por la que lo hizo —contestó Rodney—. Tu chica puede ser muy persuasiva. El hecho de que puede hacer lo que quiera, y no se ha dado cuenta todavía, es la parte más aterradora.

Aleza levantó la vista. —Lo hice porque me hizo ver que algunas cosas son más importantes que mi lealtad a una causa ciega.

—Espero que siga así —se lamentó Harry y me empujó enfrente de él por la escalera. Podía sentir el tirón y el cosquilleo de mi tacto mientras curaba los pies de Harry. Aleza tomó otro camino y Rodney caminó con nosotros hacia mi puerta. O Harry y mi puerta, debería decir, porque no le iba a dejar fuera de mi vista esta noche. O cualquier otra noche.

—Bueno, voy a dejarlos que se metan en la cama —dijo Rodney y se giró. Agarré su brazo y le abracé alrededor del cuello.

—Gracias.

—Gracias a ti —susurró—, por cuidar de mi chico.

—Siempre haré eso.

Se echó hacia atrás y sonrió, guiñó un ojo a Harry y se fue se sigilosamente por el pasillo.

Sin decir una palabra, Harry me metió dentro de la habitación y fue directo a la ducha... dejando la puerta del baño abierta. Se quitó la camiseta con un tirón desde atrás por encima de su cabeza y luego se desabrochó el pantalón, dejándolos colgar libremente en él mientras encendía el agua. Se volvió y me miró mientras los dejaba caer y se quedaba solamente en sus calzoncillos bóxer.

Calzoncillos bóxer

Mi cuerpo reaccionó extrañamente mientras me apoyaba en la pared de mi cuarto. Tragué, respirar era cosa del pasado y mis ojos se negaban a parpadear por miedo a perderse algo. No sonreía, no sonreía con suficiencia o guiñaba, sólo me miraba. Metió sus dedos en la banda elástica y tiró de ellos hacia abajo.

Y como una idiota, cerré los ojos en la mejor parte.

Me reí de mí misma, de mi ridiculez absoluta. Era mi prometido, ya me había visto desnuda. Me pregunté qué era a lo que tenía miedo, pero en realidad, lo sabía. Tenía miedo de empezar algo que no estaba lista para terminar. Cuando abrí los ojos, ya estaba en la ducha. Y esta habitación encantada mantuvo sus pensamientos en privado, y estaba casi contenta por ello, durante una fracción de segundo, ya que también mantuve mi secreto.

Caminé hacia la puerta del baño. Pude ver su silueta a través del cristal pulido de la ducha. De acuerdo, ________, ya no eres una niña. Vas a tener dieciocho años en un par de días, estás a punto de casarte, estás a punto de técnicamente dirigir a una raza de gente.

Con valentía anduve hacia el lavabo y agarré mi cepillo de dientes. Cogí la pasta de dientes y extendí una línea gorda que cayó fuera del cepillo y goteó en el lavabo. Me sacudí la cabeza y regañé a mis manos temblorosas. Era sólo cepillarse los dientes, esto no era íntimo.

Abrí el grifo, mojé mi cepillo y lo metí en la boca. Tan pronto como empecé a cepillarme, me incorporé y miré a Harry. Se lavaba el pelo y mi estómago tenía un gracioso nudo mientras veía sus brazos flexionarse y moverse. Seguí lavándome los dientes y miré a la chica del espejo.

Guau, realmente ya no era la misma chica. No era sólo mi aspecto, sino mis ojos, incluso podía ver el cambio, la determinación en ellos.

La ducha se apagó y cogió la toalla de la parte superior. Luego, unos segundos después la puerta de la ducha se abrió y estaba de pie ahí, la toalla baja en sus caderas. Me miró con fascinación. Sonreí ligeramente alrededor de mi cepillo de dientes antes de escupir y mojar el cepillo otra vez y cepillarlos de nuevo. Esta vez cuando me enderecé, se encontraba detrás de mí. Lo miré en el espejo mientras me enjuagaba, después me giré.

Negó con su cabeza lentamente, sus labios estaban entreabiertos. Luego se movió hacia mí, me rodeó, y abrió un cajón cercano a nosotros. Había un almacén de artículos de baño allí, todo colocado y derecho, por supuesto. Sacó un nuevo cepillo de dientes, abrió el envoltorio y se fue a mi lado a cepillarse los dientes.

Me quedé ahí. Creo que ambos sabíamos que esto era un nuevo paso para nosotros; ser normales, ser humanos, haciendo cosas humanas alrededor del otro que se consideran íntimas pero necesarias.

Esto era algo que hacía la gente casada.

Cuando terminó, se enderezó y me miró. Me incliné y besé su barba desaliñada. Sonrió mientras pasaba mis nudillos sobre ella. Se acercó a la ducha y cogió mi maquinilla y crema de afeitar, y se puso delante del espejo. Se mojó la cara y empezó a poner la crema de afeitar con toques ligeros y a extenderla. Luego cogió la cuchilla —mi cuchilla— y empezó a afeitarse cerca de las patillas, después bajó hacia la barbilla. Salté sobre el mostrador y le miré. De vez en cuando, me echaba un vistazo, mirando el lugar exacto donde estaban mis ojos como si supiera en todo momento donde estaban, y sostenía mi mirada unos pocos segundos antes de volver al trabajo.

Cuando hubo terminado, todo enjuagado y seco, inclinó la barbilla en mi dirección, y finalmente la sonrisa de suficiencia estaba allí. Esperaba a que le inspeccionase y le diese mi aprobación. Tiré de él para que estuviese de pie entre mis rodillas. Se inclinó un poco hacia delante y puso sus brazos a mis lados mientras le besaba la barbilla de nuevo. Puse una cara objetiva, como si simplemente fuera un espectador imparcial. Después pasé mis nudillos por su mandíbula y asentí. Luego rocé mi mejilla contra la suya, contra su barbilla y su mandíbula. Y por último, besé su labio superior, sólo una vez, y me incliné hacia atrás.

Asentí y se rió silenciosamente. Entonces se inclinó, envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y apoyó su cabeza en mi pecho. Su oído escuchaba el latido de mi corazón. Sentí su respiración en mi cuello y en el pecho a través de la camiseta. Me estiré y pasé los dedos por su pelo mojado, amando las pequeñas puntas y rizos que hacía.

—El sonido de tus latidos es mi sonido favorito en el mundo entero —dijo, su voz áspera y ronca. Me di cuenta de que ni una palabra había sido dicha desde que entramos en mi habitación hasta ahora. Habíamos tenido un centenar de conversaciones con los ojos, con nuestros sentidos, con nuestras manos y movimientos, sin una palabra hablada.

Levantó la cabeza y me miró antes de sumergir su cabeza y besarme en el cuello. Tragué saliva sorprendida y gemí al sentir sus labios calientes. Sonrió contra mi piel. —Y ese es mi segundo sonido favorito.

Cuando me miró esta vez seguía sonriendo ligeramente, pero no había nada de su arrogancia o gracia habitual.

—No te he dado las gracias por venir a salvarme —dijo en voz baja.

—No pensé que lo harías —respondí con sinceridad.

—No estoy enfadado —dijo incluso más bajo—, simplemente odio que lo tuvieses que hacer. Odio que estés viendo todas las partes malas de mi gente y ninguna de las buenas.

—He visto lo suficiente como para saber que simplemente están asustados. No saben a quién o qué creer y cuando no te tienes sólo a ti, sino a tu familia a la que mantener a salvo, es una gran responsabilidad.

Cambios (Harry Styles y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora