Capítulo 42

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Seguí las instrucciones de Paulo de agregar las cebollas y las patatas a los calderos. Ahora tenía una excusa legítima para lucir llorosa. Estaba realmente sorprendida de que Donald no hubiera dicho una palabra acerca del hecho de que yo ayudaba. Parecía enojado por algo y podía adivinar qué era. Probablemente lo había avergonzado en las celdas. Oh, bueno.

Una vez hecho eso, ayudé a Gran con las mesas. No hubiera pensado que la ópera era lo mío, pero mientras escuchaba la suavidad y agudeza de su voz maniobrando alrededor del barítono, me asombré. Era hermoso. No era nada como lo que había imaginado y todo el mundo debía estar de acuerdo conmigo, porque estaban parados alrededor, mirándolos extasiados.

Harry regresó. Me di cuenta de que se había ido por un buen rato. Me vio y cerró su mente de inmediato. Entré en pánico. Oh, no, mi padre había muerto.

¡No! Estoy seguro que está bien. Sólo que no pude localizar al tío Ken por teléfono. Intentaré otra vez más tarde.

Asentí y regresé a alinear la ridícula cantidad de platería y a escuchar a Gran explicar, una vez más, que los tenedores van a la izquierda.

Harry caminó hacia Lynne y Jen, que miraban un acalorado juego de ajedrez entre Rodney y Liam. Comenzó a hablarles y me miró un par de veces. Empecé a moverme hacia él, porque su mente aún estaba cerrada, pero Gran atrapó mi mano y me regresó a la cocina. — Puedes ir a acurrucarte con él después —cacareó.

Quería decirle que no e ir hacia Harry, pero aparentemente él tenía una razón para cerrar su mente. Confiaba en él, así que me quedé donde estaba y recé porque no me estuviera escondiendo nada.

Pusimos el cristal en la mesa y comencé a verter el ponche que Gran había hecho. Waliyha vino y me relevó cuando mi jarra estuvo vacía. —Toma, ayudaré. Puedo hacer un ponche muy bueno.

La dejé tomarlo, aunque el acto de chica buena no me engañaba. Definitivamente se traía algo entre manos. Llamaron a todo el mundo a sentarse y se apilaron ansiosos. El goulash que habían hecho olía como algo salido del libro de cocina de Wolfgang Puck4.

Pasé la siguiente hora y media sirviendo tragos, trayendo platos de sopa y paneras con rollos frescos rellenos de mantequilla de canela a quien quiera que se atreviera a preguntarme. Intenté sonreír y mostrarles que no tenían qué temer, y parecía funcionar. Ser servido por quien se suponía que debían deberle reverencias era humilde y esclarecedor.

Hice bromas sobre ser camarera y estar hecha para servir en el almuerzo de dignatarios. Se rieron y alabaron cuando llevé los platos bajo mi brazo como lo solía hacer en el 25 Hour Skillet.

Entonces fue mi turno de sentarme. Estaba exhausta. Al menos, me sentía como debía. Mi cuerpo imprimado podía soportar mucho más ahora, pero la memoria que tenía de hacer un trabajo como este jugaba con mi mente y me hacía sentir adolorida y cansada.

Cuando me senté junto a Harry, ya tenía un plato en la mano pero no un vaso. Lo mandé al demonio y comencé a comer. Eventualmente vi a Waliyha rellenando los vasos. ¿Qué hacía?

Llegó a nuestra mesa y vio que yo no tenía vaso. Se marchó y regresó con uno, así como con una jarra llena. Sonrió y puso el vaso a mi lado, mientras rellenaba los demás vasos con líquido rojo. Harry me dio la mirada del qué demonios y me encogí de hombros. Aparentemente intentaba jugar al ángel con todo el mundo.

Oh, bueno. Comí del plato y tomé del ponche con cautela. Nunca había sido una fan, siempre me había parecido algo vacío, pero este sabía muy bien. Una buena mezcla de dulce, fuerte, picante y efervescente.

Tomé el último rollo de la cesta y le puse mantequilla, pero el cuchillo se deslizó de mi pan con mantequilla, sonando ruidosamente contra mi vaso. —Lo siento —murmuré.

—¿Estás bien? —preguntó Jen frente a nosotros.

—Sí.

—Tus ojos lucen graciosos —dijo.

—Tuve que cortar cebollas —le dije.

—¿Tuviste que hacer qué? —preguntó y me miró curiosa. Miré hacia Harry y también me miraba de manera rara.

—Dije que tuve que cortar cebollas —dije, pero sonaba como si mi lengua fuera el triple de su tamaño y mis palabras sonaban amortiguadas. De pronto era lo más cómico que había visto el mundo. Reí tontamente y el cuchillo se deslizó de mi mano al plato, una vez más, con un sonido metálico. Este pareció viajar por la sala como música.

Intenté morder el pan, pero erró completamente mi boca, untándome un poco de mantequilla en un lado de mi boca. Harry se rió nerviosamente mientras usaba su pulgar para limpiarme. Me incliné y le besé. Parecía una cosa perfectamente aceptable para hacer cuando él estaba siendo dulce y sexy, limpiando mi boca por mí.

Pero cuando me apartó y me miró a la cara, me enfadé. —Oh,

¿no quieres besarme ahora? —grité.

—Por supuesto que quiero —me tranquilizó y me hizo callar—.

¿Qué pasa? ¿Se trata de tu padre? —susurró.

—No, ¡esto se trata de que no me quieres! ¿Por qué? ¿Qué he hecho? —gemí y le oí mandarme callar de nuevo—. ¿Por qué me estás mandando callar? —grité de nuevo.

—Porque estás gritando, nena —dijo y miró alrededor de la habitación. Yo también miré alrededor y la señora que estaba a mi lado llevaba gafas. Me di cuenta de que era Gran. ¡Sus gafas parecían enormes! ¡Eran gafas de payaso! Me reí tan fuerte que me doblé en dos y me caí por la parte de atrás del banco contra el duro suelo. Me reí más mientras Harry se apresuraba a ayudarme a levantarme.

—¿Qué está pasando? —Oí decir a alguien. Alguien más dijo—: Algo sucedió.

—Oye, es una fiesta un poco. ¡Alégrense, gente! —grité y me apoyé en Harry cuando la habitación empezó a girar como el Gravitron de la feria del condado.

Cambios (Harry Styles y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora