Capítulo 65

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—Sí —cantó en indecisión.

—Aquí. ¿Uno de ustedes tiene una navaja de bolsillo? —pregunté, el temor obstruyendo mi garganta.

—No —respondió Harry con fuerza—. No, no tenemos e incluso si lo tuviéramos, no.

—Yo tengo —respondió Rodney, sacó una pequeña navaja de su bolsillo y la abrió mientras sonreía con ironía—. Todos los vaqueros llevan una navaja.

—Increíble. —Tomé aire y tendí la mano—. Córtame.

—Espera, ¿qué? —dijo, su tono cambiando por completo.

—No —le dijo Harry y me miró—. Vamos, ________. No vas a hacer que te corte.

—Harry, vamos, tengo que hacerlo. —Me lamí los labios—. ¿Lo harás?

—Absolutamente no —gritó y luego suspiró—. Mira, ________. Mi cuerpo no me deja hacerlo. Va a ser bastante difícil estar aquí, mientras alguien más lo hace.

—Oh —le contesté, y entonces miré a Ruth.

Frunció los labios. —Así que, déjame asegurarme de que estoy entendiendo. Quieres que tomé un poco de tu sangre, porque será la última sangre que tomé, así que será la única a la que estaré obligada,

¿verdad?

—Sí.

—Pero ¿no puedes simplemente controlarme entonces? ¿Serás tú en vez de ella?

—Sí, pero no lo haré.

Vino a mí lentamente. Extendió la mano a Rodney por la navaja sin apartar los ojos de los míos. —Hay viales de sangre adicionales en mi bolso, Harry.

Bufó, pero consiguió uno después de hurgar en su bolso, gruñendo en su mente. Se lo entregó y le dio un mensaje silencioso con la mirada.

Tomó mi mano entre las suyas y le dio la vuelta. Cortó mi palma sin esperar a que tenga que pensar en ello. Me estremecí y miré mientras dejaba que la sangre gotee en el vial. Tan pronto como me soltó la mano, Harry tomó su lugar y de inmediato comenzó a sanarme.

Cuando la quemadura terminó, miró a su alrededor pero sabía que no iba a encontrar nada con que limpiar mi sangre. Así que tomó la esquina de su perfectamente buena camisa y limpió todo rastro de mi lesión. Lo miré por debajo de mis pestañas. Sus ojos se quedaron en mí mientras hablaba. —Rodney, ¿puedes conseguirle a Ruth un taxi?

—Mmmm —tarareó y se fue a la calle. Me volví a Ruth para disculparme una vez más, pero estaba llorando. Me sentí AÚN peor.

—Lo siento mucho —intenté, pero me detuve.

—Me liberaste.

—¿Qué?

—Me liberaste. No estoy molesta contigo —me aseguró, y tomó mis manos. Miró la mano donde me había cortado y luego de vuelta a mis ojos—. Si no hubieras hecho lo que hiciste, lo que fuera, para dejar a Waliyha saber que los había traicionado, entonces todavía estaría obligado a ellos y aún estaría bajo sus pulgares. —Sostuvo el vial con mi sangre en su agarre como si fuera lo más preciado—. Esto cambiará todo para mí.

No sabía qué decir, así que sólo la abracé a mí. Que extrañas vueltas y giros había dado nuestra relación. Primero ayudó a secuestrarme y tomar mi sangre en contra de mi voluntad, luego tomó mi sangre de nuevo en prácticamente contra mi voluntad, pero dejó completamente en claro que estaba de mi lado. Y ahora había tomado mi sangre otra vez, pero esta vez fue un regalo.

Me apretó y luego cogió su única maleta. Sonrió, encantada de tomar la tarjeta de crédito que Harry le dio de su cartera, y se dirigió al taxi que Rodney detuvo para ella. Harry me abrazó por detrás mientras la veíamos marcharse.

—Vamos, chicos. —Rodney hizo señas con un movimiento de su brazo—. Vamos a caminar. No tengo ninguna prisa por volver al palacio.

—Buena idea —dijo Harry y dejó su brazo colgado sobre mi hombro—. Ya estamos fuera. Vamos a agarrar algo de almorzar antes de la caminata de vuelta. —Me sonrió—. Conocemos donde están todos los buenos lugares.

—No me cabe duda de eso —dije recordando que conocía todos esos lugares en California y Tennessee—. ¿Van a saber tu nombre, también?

—Nah. Ha pasado mucho tiempo —se mofó mientras sostenía abierta la puerta para mí. Tan pronto como entramos por la puerta y Harry saludó a la señora detrás del mostrador, ella sonrió y levantó las manos en el aire.

—¡Ustedes, los muchachos Jacobson no vienen a verme!

Rodé los ojos con humor. Cielos, Harry conocía a cada persona en el planeta.

Señaló con la cabeza hacia un lado para que yo mire. En el interior de la vitrina de cristal había cada clase de rollo de canela, croissant y danés conocido por el hombre. Me mordí el labio y se rió de mí.

Terminamos nuestro almuerzo, y los bollos de miel canela recién hechos, y caminamos despacio y tranquilamente por las pequeñas tiendas y calles. Harry me tiró en esta pequeña tienda de joyería donde todo era hecho a mano. Nos fijamos en los diseños intrincados y extravagante de los anillos y collares. Rodney miró hebillas de cinturón. Le sonreí y sacudí la cabeza. No compramos nada, pero nos trasladamos a la siguiente tienda. Dejé que Harry me compre una bufanda allí, una preciosa fina bufanda negra y plata. La dejé envuelta holgadamente en mi cuello y miré alrededor a los edificios altos mientras nos demorábamos y tratábamos de encontrar excusas para no regresar.

Luego caminamos por las calles de vuelta al bien escondido ascensor. Quería comprar más o hacer turismo, pero necesitábamos volver y no estaba realmente de humor para mucho más con la molestia que crecía dentro de mí. Tenía que mostrar a todos mi visión para que supieran lo que pasó y por qué las cosas tenían que cambiar, pero cada vez que lo intenté, algo me detuvo. Tenía que averiguarlo.

—Teletranspórtame, Scotty —dijo Rodney sonriendo y se apartó para dejar que Harry haga todo el trabajo, ya que él fue el que nos hizo bajar.

Harry tiró y tiró de la polea, con los músculos tensándose y estirándose. El tatuaje en su brazo bailaba cuando usaba los músculos. Me mordí el labio mientras lo observaba.

Salimos del ascensor y me sentí bien. Encontramos a Ruth e impedimos que fuera torturada para siempre por los Malik. Ahora, si sólo pudiéramos patearles los traseros sobre el borde del balcón, las cosas serían más fáciles para todos.

Harry se detuvo para usar el teléfono, ya que era nuestra última oportunidad de servicio celular. Rodney se fue adentro después de que le di las gracias por su ayuda. Harry llamó a su oficina, al servicio de tutoría para ver cómo iban las cosas. Hacía semanas que no había estado en ninguna de las instalaciones y lo echaba de menos. Le encantaba el trabajo. Enseñar y estar rodeado de niños todo el día era definitivamente algo que podía verse haciendo.

La señora que contestó el teléfono le dijo que todo estaba bien, pero lo extrañaban. Colgó el teléfono y luego envió un mensaje a Vic, una mentira rápida:

Todavía estamos en California. Vamos a verte pronto.

Luego me pasó el teléfono. Arqueé una ceja en pregunta y él arqueó una hacia mí en broma. —Sé que quieres llamar a Eleanor.

Sonreí y marqué su número, pero antes de que pudiera contestar, escuché los pensamientos de los demás. Me asomé por el borde del invernadero para ver a Donald, Paulo y Haddock.

Estropeado de nuevo.

Cambios (Harry Styles y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora