52º Capítulo "Pararlo"

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Narra Cyril.

En cuanto miro a mi izquierda, le veo. Tengo el vago recuerdo de haber oído a Kat levantarse anoche, a pesar de poder haber sido una imaginación mía, es evidente que era real. Ayer, como era de esperar, bebimos. No fue una de mis mayores borracheras, en general suelo aparecer dormida en cualquier sitio menos mi habitación. Digamos que fue la mayor estando acompañada de tanta gente.

-Espero que a Kat no le haya importado que le robases la cama- comento mientras me levanto y me acomodo a su lado en la otra cama individual. Él, comienza abriendo un ojo pero luego parece arrepentirse y aprieta ambos con fuerza. Río ante su mueca chinesca.

-¿A ti no te han dicho que nunca se debe despertar a un borracho?- pregunta en un sonoro bostezo.

- Eso es a los sonámbulos, idiota- me dedica una ojeada de soslayo y yo me quedo embobada mirándole. No lo estoy observando físicamente, pienso en todo lo que está haciendo por mí; vivir en su casa, pagarme la academia de baile, ayudarme a superar lo de Héctor… Realmente no entiendo por qué…

-¿Por que qué?- maldita sea, ¿ahora está dentro de mi cabeza?

-¿Ummm?

- Has preguntado por qué.

- No, que va- digo fingiendo no saber a qué se refiere. Entonces me da un empujón con la cadera que me hace caer de la cama.

-¡Eh!- protesto mientras me desenrollo de la manta que he arrastrado conmigo al caer.

- No quiero saber nada  de mentirosas- su actitud infantil me hace sonreír de inmediato. Me asomo por el borde de la cama y descubro que él también lo estaba haciendo, por lo cual quedamos cara a cara-. ¿Y bien?

-¿Quieres que te lo diga?- susurro muy cerca de sus labios, tanto que siento el calor de su boca sin rozarle. No resiste la tentación y se avanza sobre mi rostro, pero soy más rápida y me levanto de un respingo.

- Ce, ven aquí, anda- protesta apoyándose  sobre su espalda.

- No sé yo, no quiero saber nada de chicos rubios que empujan a sus novias fuera de la cama- me burlo.

- Prometo dejar que te acuestes conmigo a partir de ahora- me coge por la cintura y me tumba sobre su cuerpo.

-¡Mike!- le golpeo en el hombro simulando indignación. Ignora mis quejas y me besa en la frente. Luego entre las cejas, baja hasta la punta de la nariz y finalmente llega a la boca. La mano con la que segundos antes le he pegado, se aferra firmemente a su hombro. Estoy tan nerviosa que no puedo evitar tensarme en cuanto la suya encuentra el dobladillo de mi camiseta, y la cuela debajo de esta. Me acaricia la mejilla y la nuca con delicadeza.Mi pijama sube hasta mis costillas junto con su mano de dedos fríos y palmas cálidas. En busca de igualdad de condiciones y abandonando la cordura, me deshago de su camiseta. Me impresiona más de lo que esperaba verle de esta forma, y pienso, durante un segundo, en echarme atrás. Pero se lo debo.

Mis manos se posan tímidamente sobre su pecho y noto que él también ha notado este repentino cambio de velocidad, pues deja de hacer presión en mi abdomen y me da pequeños besos suaves, como si temiese romperme como a una figurita de porcelana. Me quedo paralizada sin saber qué hacer para expresarle que todo va bien. Deja de besarme y une nuestras frentes, como aquel día en su portal.

-Lo entiendo, no…- entonces la puerta se abre bruscamente y a Mike solo le da tiempo a cubrirme con la manta. Estoy segura de que, en otros momentos, el gesto me parecería tierno. Se gira sobre mi cuerpo y me clava la cadera en la pierna.

-¡Cielos!- desde luego con esa expresión no puede ser otra persona más que Katherine, quien probablemente esté pasando el papelón de su vida y la sangre de sus mejillas esté hirviendo a tal temperatura que parecerá un extintor a punto de reventar como una bomba. La puerta se cierra en menos de una décima de segundo y Mike ríe tan fuerte que temo que se ahogue.

Me alejo torpemente de su cuerpo pero cuando voy a ponerme en pie, victoriosa por haber conseguido no llamar su atención, me detiene agarrándome de la muñeca.

-Estás pálida.

- Yo… me he asustado- justifico encogiéndome de hombros entre temblores que cesa posando sus manos en ellos, para después atraerme hacia su pecho en un abrazo-. Es que ha entrado tan de repente… Qué vergüenza- me aparta de su torso y me mira fijamente con cara dolida.

-No entiendo por qué tratas de ocultarme lo que te pasa- el aire alrededor de mi nuca se calienta y dejo pasar unos segundos de absoluta ineptitud para improvisar una repuesta. Me toca la barbilla de forma introvertida y esperando que me obligue a mirarle, rechazo el contacto esquivando sus dedos.

No puedo mirarle a la cara. No ahora. Este chico está viendo demasiadas fases penosas de mí personalidad y no quiero que siga haciéndolo. Siento que le estoy decepcionando, que cree en mi sin ninguna razón porque no puedo cambiar, que le estoy haciendo daño y no se lo merece.

-Lo siento- Intento reanudar lo que habíamos empezado, besándole de nuevo. Al principio se resiste y me es necesario ponerme de puntillas para alcanzar su boca pero cuando le muerdo el labio inferior se agacha y empuja mi espalda hacia si para que no me caiga. Sus manos vuelven a posicionarse en mi cadera pero esta vez juegan con la goma de mi pantalón de pijama.

-No, no tienes que…- dice entre besos húmedos, al tiempo que me sienta en la cama. Yo trato de ignorar el mareo, la lluvia de imágenes que me vienen a la mente y el pitido de mis oídos. Siento que la habitación comienza a balancearse y que estoy completamente indefensa. Ha dejado de besarme, sin embargo sigo experimentando la presión de sus labios por todo mi cuerpo, el dolor en las muñecas por forcejear- Ce, por favor- me encuentro sola, quiero abrazarle pero mis percepciones del tacto han desaparecido y empieza a nublárseme la vista peligrosamente.

Esto es psicológico, puedo controlarlo. Está en mi cabeza. No obstante solo puedo ver recuerdos de Hector, con mi madre, cocinando, riendo… Puedo pararlo.

Antes de que todo se vuelva negro siento algo sujetar mi nuca y entonces veo, claramente, que nunca podré recompensar a Mike.

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