Capítulo 28

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Descubriendo el placer

James parece un crío caprichoso, mejor dicho, es un crío caprichoso. No puede ser que se le pase mínimamente por la cabeza el comprarme ocho encajes de ochenta y pico euros cada uno, ¿hola? ¿estamos locos? Me parece que sí, voy a tener que luchar con este hombre para que al menos acepte solo comprarme uno, sino voy a estar endeudada toda mi vida con él.

—Mmm, James ¿podemos hablar en privado? —digo para que la dependienta se vaya a otro lado a echar babas.

—Dime, ¿qué pasa? ¿te gusta otro? —Está loco de verdad.

—No, no es eso. No quiero ocho encajes que valen noventa euros casa uno, no quiero que te gastes cerca de setecientos euros en una tontería, por favor, James piensa. ¡Son encajes! Como mucho uno, y tampoco entiendo por qué tienen que ser los más caros y de marca que ni conozco.

—¿Sabes lo que son para mí setecientos euros, nena?

—Supongo que nada, por lo que estoy viendo.

—Efectivamente, eso es lo que gano en cinco minutos —se acerca a mí como un depredador con bastante hambre—. Y ahora, si no hay ninguno más que te guste, vamos a una tienda de ropa para seguir gastando, ¿si?

—¿Más? No quiero más, James por favor te lo pido, no quiero un sugar daddy, ¿vale? —voy directa a los encajes y cojo uno que, sinceramente es mi favorito entre todos—. Me llevo solo este, ¿está bien? —James me mira enojado pero asiente y yo le dedico una enorme sonrisa.

Bien, le pude convencer de algo... a ver cómo me las apaño en las siguientes tiendas.

[...]

Este hombre es imposible, no puedo con él. Al final ha acabado gastándose más de mil quinientos euros, ¿de dónde voy a sacar yo todo ese dinero para devolvérselo? Estoy caminando rápido y sola hacia su coche, estoy molesta que no me haya hecho caso en nada y haya comprado lo que le diera la gana. Sé que James estará al poco de encontrarme y seguramente de gritarme para decirme unas cuantas cosas, pero yo también tengo mi discurso preparado, no me voy a callar la boca viendo con un desconocido literalmente, se gasta tantísimo dinero en mí.

—¡Alexa! Detente ahí, ya —efectivamente, está cabreado y con ganas de decirme cosas.

—Dime —me doy la vuelta para retarlo. Intento sonar tranquila y que tengo el control de la conversación.

—¿Puedes explicarme por qué te has salido así de la tienda sin esperarme? —tiene la mandíbula tensa y está con la respiración agitada.

—Porque me cabrea que pagues tanto por mí cuando yo no quiero.

—No quiero que vuelvas a hacerlo, ¿estamos? —intenta no gritar, pero tiene todas las ganas de hacerlo, además de su vena hinchada y bien marcada del cuello.

—¿Y por qué iba yo hacerte caso a ti? Si tú... —no me deja terminar porque ya lo tengo encima mía acorralándome contra la pared del parking, mi corazón empieza a ir a mil cuando lo siento tan cerca.

—Porque no sabes lo que pone que no me obedezcas, me entran unas ganas enormes de ponerte a cuatro en mi cama y follarte hasta quitarte el último suspiro —Virgen Santa. Yo esto no me lo esperaba. Le encanta el control, ¡y lo peor que a mí me encantan las consecuencias!

Asiento lentamente, me he quedado sin habla y con ganas de que se hiciera realidad, pero creo que no sería lo más apropiado en un sótano para aparcar coches de un centro comercial. James me agarra de la cintura y vamos juntos de la mano hacia su coche. Ahora que lo pienso, ¿dónde está todo lo que ha comprado? No sé si será buena idea preguntarle, la verdad, si se ha cabreado y no las ha comprado, me alegra bastante.

Ardiente Deseo I [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora