El gris de la resaca
Una noche, dos noches, tres noches... ¿cuánto puede aguantar el ser humano? Música, alcohol, bailes salvajes... Sí, noches de fiestas.
Estoy sumida en el cansancio, en las resacas acumuladas y en mi mal genio de las mañanas, y si hacemos la fantástica combinación de que mis mejores amigas vienen a mi habitación a despertarme, conseguiremos a una Alexa totalmente cariñosa y amable —sarcasmo—, seré un diablo, el mismísimo demonio en persona.
—¡Os queréis callar de una puta vez! —Grito sentándome en la cama con mi peor cara de enfado.
Me arrepiento.
Llevo mi mano a la cabeza. Duele.
—Dios, qué humor chica —dice una de ellas.
—Como si llevaras tres días saliendo, ah no, espera, llevas tres días saliendo —dice la otra.
—Sois unas capullas con todas las letras. —Me vuelvo a tapar con la sábana hasta arriba de mi cabeza.
—Venga Alex, son las tres de la tarde —escucho como lloriquea Lizy. Seguro estará poniendo pucheros.
—Déjala, total, no nos hace falta —dice Inna y noto como se levanta de la cama y el colchón vuelve a su estado natural. Al menos en donde ella estaba sentada.
—Pero, pero... —Lizy también se levanta de la cama o mejor dicho Inna la sujeta de la mano para irse ambas de la habitación.
Lizy e Inna, Inna y Lizy. Sin duda son mis mejores amigas, las que muchas y muchos envidiarían, puesto que ellas son mis ángeles, las que me han sabido llevar hacia delante.
Me levanto como puedo de la cama y cojo mi diario, cada día apunto en él. Necesito hacerlo.
Miro la última página escrita, es de ayer, se nota que iba hasta el culo de alcohol, la letra es una mierda, son más garabatos que otra cosa. Intento descifrar algo, pero lo único que consigo leer es una pequeña frase que dice:
"...sus ojos grises..."
Y ahí está lo único entendible. Hasta la fecha cuesta entenderla, menos mal que son números. La verdad es que son muchas páginas escritas en esta libreta. Le tengo puesto un candado, no quiero que por nada del mundo alguien la lea. Ni siquiera Lizy o Inna.
Me levanto de la silla, poniendo otra vez mi mano en la cabeza. Escucho que llaman a la puerta y la abren. Es Lizy con un vaso de agua y algo en su puño cerrado.
—Dime que son medicinas para este horrible dolor de cabeza —me acerco a Lizy. Ella asiente y yo emito un gemido de satisfacción.
—No me gusta que bebas tanto. —Lizy intenta hacerse la seria, pero ella y yo sabemos que no puede. Ella es la tierna y la otra, Inna, es la perra asquerosa que si puede tirarte un cubo de hielo mientras duerme, lo hace. Es más, no sé cómo no lo hizo hace un rato.
Las tres tenemos la misma edad, veintidós años. Inna y yo nos conoces desde primero de la universidad. Caímos los cuatro años en la misma clase y fortalecimos nuestros lazos. Cuando fue el tercer año de la universidad, yo iba a dejarlo, no tenía dinero para seguir con el Grado, ni mucho menos para un piso. Tenía una pequeña beca que me pagaba la mitad de la carrera, mi abuela vivía aquí, en Cádiz, entonces aprovechaba para alojarme con ella e ir a la universidad, mi querida abuela me pagaba lo que me quedaba para completar el pago de cada año.
Pero mi abuela murió y todo se fue a pique. Entonces la casa en la que vivíamos fue heredada para su hijo, mi tío Fran, un completo capullo arrogante que me echó sin ningún miramiento. Es el hermano de mi madre. Yo creo que lo heredaron de mi abuelo, eso de ser un cabrón con maldad por cada rincón de los poros de su cuerpo.
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Ardiente Deseo I [+18]
Romance¿Será buena idea...? Una invitación a una sesión de fotos en un hotel de cinco estrellas puede cambiarte la vida para bien o para mal. ¿Quién iba a saber que el dueño del nuevo hotel iba a ser así? Tan... arrogante, calculador, maniático del contro...