Capítulo 45

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Cementerio

Me siento fatal, esto ha sido la guinda que colma el vaso. Y yo pensando que no me llamaba por todo el tema de James y yo. Dios mío. ¿Ha muerto sabiendo que no estamos juntos? No lo peor es que ha muerto sabiendo que me estaba engañando y no pudo decírmelo. ¿Y James, cómo tiene que estar? Si Rodrigo dijo la verdad, James tiene que estar arrepentido y como el culo. Fue a buscarme, a mí. ¿Por qué? Joder las lágrimas vuelven a caer por mis mejillas, tengo los ojos ardiendo, me pican un montón. Las mejillas las tengo rojas como dos tomates de tanto fruncirlas y limpiarlas.

Quizás me he enamorado de alguien que no tendría que haberme enamorado, alguien me ha engañado. Siento que he perdido mi felicidad, es tonto haberme quedado cogida en tan poco tiempo de él y más estúpido que mi felicidad en parte depende de estar con él o no.

Me levanto de lo que ahora es mi habitación de momento. Me he puesto unos vaqueros negros juntos a una camiseta holgada negra. No voy elegante, tampoco creo en los colores y sus relaciones, como por ejemplo el negro que sea de luto, pero también creo que si hay personas que creen en ello, es entonces una falta de respeto por mi parte.  Además tampoco me disgusta vestir de negro, es más, me encanta, aunque sería mejor si no tiene otro fin como el de hoy.

Salgo finalmente de la habitación cogiendo unas cuentas bocanadas de aire. Voy a necesitar mantener la tranquilidad. Inna, Lizy, Erick y sorprendentemente Rodrigo están en el salón reunidos. Me acerco a Rodrigo con paso ligero para darle un abrazo, él me corresponde apretándome con fuerza.

—Lo siento mucho, de verdad yo, lo siento mucho —no consigo decir ninguna otra palabra más cuando empiezo a llorar de nuevo.

—Shh —me acaricia el cabello—. No te preocupes, perdona por no ir a avisar antes —niego con la cabeza.

—No, no pasa nada. Creo que así es mejor, para no ver a James y desmoronar más el día —intento darle una sonrisa pero me sale una mueca.

—Si queréis podemos ir al cementerio —asiento quitando las últimas lágrimas de mi rostro.

—A tu madre le gustaban muchos la rosas rojas, ¿ya tiene puestas? —él niega.

—No lo sabía, sabía que le gustaba mucho las flores porque tiene un enorme jardín con muchísimas en la casa —sus labios se elevan levemente. Otro intento de sonrisa que no funciona. Estamos rotos.

[...]

Salimos de la tienda de haber comprado las rosas y nos vamos al cementerio Mancomunado. De momento estoy tranquila pero sé que cuando lleguemos y vea la tumba con el nombre suyo me voy a derrumbar, así que intento mentalizarme.

Llegamos por fin. Aparcamos en el párking de afuera y salimos del coche. Hay absoluto silencio, el lugar es tranquilo y trae paz. Mi abuela está enterrada en el cementerio de San Fernando, sino me hubiera gustado mucho hacerle una visita también y hablarle de lo alocada que está siendo mi vida en estos momentos, aunque no me escuche creo que me sentaría bastante bien.

Empezamos a caminar por el suelo de piedras hasta llegar a un montón de nichos, me entra una angustia por el cuerpo que intento de momento sobrellevarla. Nos paramos delante de una pared repleta de flores.

—Aquí es —Rodrigo señala una lápida que está en el medio de todas. Me fijo en ella y veo rosas rojas puestas.

—Tiene las rosas —digo en un susurro amargo.

—Sí... —las lágrimas ya están otra vez sobre mi mejilla—. No pasa nada, pon las tuyas también —extiende su brazo y yo le doy las rosas. Me tapo la boca con la mano para esconder mis sollozos. Las chicas y Erick se mantienen atrás nuestra.

Ardiente Deseo I [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora