Capítulo Dieciséis: Promesa de juventud

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Capítulo Dieciséis: Promesa de juventud

La mañana iluminó las calles concurridas de Qinghe, vendedores y transeúntes se mezclaban en una marea de colores vivos. MingJue practicaba con el sable desde varias horas antes del amanecer, como líder de la Secta, su cultivo era realmente importante. A su lado, Meng Yao sostenía un pañuelo dispuesto para que seque las gotas de sudor de su rostro.

—Gracias— dijo MingJue al tomar el pañuelo y pasarlo por su rostro con poca delicadeza.

—Has practicado mucho estos días ¿por qué no tomas un descanso?— dijo el joven observando con suavidad al hombre frente a él, su naturaleza salvaje relucía cuando entrenaba, a diferencia del pequeño HuaiSang que parecía una belleza delicada, MingJue era un hombre rudo, casi un forajido. Pero, no por ello se podía pensar que no es guapo, su apariencia resultaba abrumadora, un rostro esculpido con rasgos masculinos, ojos almendrados que pondrían a cualquiera de rodillas y, un cuerpo bien trabajado, notorio incluso sin siquiera deslizar las túnicas y revelar un trozo de piel.

A Meng Yao, la visión de ese hombre le causaba una sensación de confusión, algunas ocasiones deseaba acercarse lo suficiente para acariciar su rostro y perderse en su mirada, sin embargo, en otras ocasiones, solo quería apartar la vista de ese ser salvaje que parece perseguir todo el tiempo una nueva batalla. MingJue resultaba un misterio para el joven Beta que servía como su mano derecha.

—A-Yao— llamó MingJue observando al joven a su lado, la luz de la mañana bañó ese rostro pequeño y delicado, los cabellos negros sencillamente atados con una cinta plateada enmarcaban sus mejillas otorgando un aire inocente a ese joven —No es necesario que me acompañes en las prácticas, no has descansado adecuadamente estos días— dijo con preocupación el Líder de la Secta.

A pesar de su apariencia imponente y su naturaleza bruta, MingJue era una persona distinta cuando se encontraba a solas con Meng Yao, con el joven ese carácter de demonio se disolvía y un MingJue mucho más tranquilo y dulce aparecía. Su mirada se volvía cálida y sus manos grandes y fuertes parecían querer convertirse en la seda misma para acariciar esas mejillas y otorgarle satisfacción.

—No te preocupes, quiero acompañarte— habló el joven con la mirada llena de dulzura ¿hace cuánto se preocupó alguien por él? Desde que su madre murió, nadie se dignó a verlo siquiera como una persona, todos le veían como un perro sarnoso que debe ser apartado para que no infecte a los cachorros de raza pura.

Por mucho tiempo se consideró un perro sarnoso, pero, aun enseñaba los dientes y se aferraba a un trozo de esperanza, pensaba que, si su padre lo reconocía, entonces nadie más lo miraría con desprecio, pero, las cosas no salieron como esperaba, el padre que lo engendró no era precisamente alguien interesado en conocer a sus bastardos. Fue arrojado por las escaleras mientras la risa de los guardias resonaba en su cabeza, repleto de humillación y huesos rotos, Meng Yao tuvo que buscarse la vida, entonces llegó a su camino el Líder de la Secta Qinghe Nie. El día que se conocieron, el líder aun era joven, sin embargo, tras la muerte de sus padres tuvo que madurar y hacerse cargo de su Secta y de su pequeño hermano. Sin importar lo joven que era Nie MingJue en ese tiempo, su presencia resultaba imponente para cualquiera, su mano no temblaba al momento de blandir el sable y sus pensamientos eran claros, jamás aceptaría algo que no fuese justo.

El joven Meng Yao fue aceptado en Qinghe Nie, hacía algunos recados, servía a los Cultivadores llevando agua y provisiones, pero, aun así, no parecían respetarlo. MingJue, quien le ofreció permanecer en su secta, monitoreaba eventualmente el trabajo de ese jovencito; en esos tiempos, Meng Yao tenía solo quince años y Nie MingJue diecisiete, quizás era la cercanía de edad o la orfandad compartida, lo que fuese, logró hacer que el Líder preguntara ocasionalmente por Meng Yao y su trabajo.

Echoes | WangXianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora