UNA NUEVA OPORTUNIDAD

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El agua comienza a entrar por su nariz y llena lentamente los pulmones de una mujer que se encontraba perdida en el dolor. Le había entregado todo su amor y confianza a un hombre que finalmente decidió casarse con la pequeña que llevó nueve meses dentro de ella. Esa pequeña ya no era una niña, obviamente, y se lo había demostrado con creces. No podía creer que había estado apunto de cometer una locura y matar a su propia hija por un hombre, pero ese abrazo, ese calor que sintió en el pecho cuando Mónica le pidió que no se fuera la hicieron reaccionar. No quería estar ahí mientras su pequeña intentaba ser feliz, no quería arruinar el inicio de su nueva vida.

¡Mamá!

Logra apenas oír bajo el inmenso mar que se apoderaba de la poca conciencia que le quedaba. Ya no lograba sentir su cuerpo y todo se volvía negro, todo hasta que una fuerte luz ilumina su rostro.

¡Está respirando! Pónganle oxígeno.

Y nuevamente todo se vuelve negro...

Beep...beep...

El pitido comienza a ser constante y molesto. La doña sentía que le explotaría la cabeza. Su garganta estaba seca y muy adolorida al igual que su pecho. Abre los ojos y apenas logra divisar a una mujer sentada a su lado.

– ¿Mamá?– se le acerca– Mamá– se aleja y la oye gritar– ¡Una enfermera por favor!

– M-móni-ca– intenta decirle pero su garganta estaba tan seca que apenas le salía la voz.

– Aquí estoy, aquí estoy– dice al acercarse a ella.

– Mó-ni...Móni-ca– continúa intentando hablarle.

– Shh Altagracia, no digas nada más. Estás muy delicada– le dice con ternura.

– ¿Despertó?– dice Adolfo llegando con la enfermera.

– Si, está intentando hablarme, pero le digo que no lo haga.

– Altagracia, no puedes hablar– se acerca a ella– Tragaste muchísima agua Altagracia y estás muy delicada.

La doña asiente con la cabeza y escucha todo lo que su hija y el doctor conversan frente a ella sobre su salud. Parecía ser que estuvo varios días en un coma inducido mientras luchaba por su vida. Tendría que esperar varios días más para poder salir de esa cama de hospital que la hacía sentir inútil.

– ¿Cuándo le darás el alta Adolfo?

– Debemos ir viendo cómo va reaccionando ante los tratamientos– mira a Altagracia– Si hubiesen tardado un minuto más ella no estaría viva ahora, y lo sabes.

– Lo sé, pero también sé que no va a resistir mucho tiempo más aquí. No está acostumbrada a estar en el hospital.

– Va a tener que aguantarse.

– Pero Adolfo, ¿y si la cuido yo?

– A ver, Mónica– la toma de los hombros– Yo sé que es tu mamá, pero ella tiene que enfrentar a la justicia, y si se enteran que ella esta aquí la van a detener. Tiene que quedarse para hacer cumplir la ley.

Los ojos de Mónica se llenan de lágrimas. Le dolía oír que una vez más su mamá podría estar lejos de ella. No quería verla en la cárcel. Sabía que había cometido muchos errores, pero los más graves tenían justificación.

– No hagas que se la lleven Adolfo, por favor– le ruega.

– Es la ley, Mónica ¿qué puedo hacer yo contra eso?

– No seguirla por una vez en tu vida.

– No puedo hacer eso...

– M-mónica...– le habla Altagracia.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora