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– ¿Qué está pasando aquí?– pregunta la mujer al ver a la doña acariciando a su esposo.

Altagracia se separa inmediatamente de José Luis.

– Nada– dice el empresario– Me están haciendo compañía, ya que la madre de mi hijo estaba ausente– expresa con desagrado.

– Ya veo– dice cruzada de brazos mirando a ambos.

– Amor– llega Amado frente a ellos– ¿Vamos?

La doña al oírlo queda descolocada. No entendía porqué la llamaba así y José Luis mucho menos.

– Ah...¿Es tu esposo?– pregunta Eleonora.

– N..

– Si– dice la hija de la rubia de una vez– O sea...digo, es su novio, pero es casi lo mismo...

Mónica mira a Altagracia y al conectarse con su hija, la doña entiende lo que pretendían sus acompañantes.

– Pues bueno– dice la doña– Ya me tengo que ir– se acerca a José Luis– Cualquier cosa que necesites, me marcas y aquí estaré ¿bueno?– le dice casi en un susurro.

– Bueno...– le regala una media sonrisa.

– Nos vemos, Eleonora.

– Nos vemos– dice con una sonrisa fingida.

Se retiran del lugar y la esposa del empresario se acerca al moreno, quien apenas se quedan solos se sienta a esperar sin mirarla.

– José Luis, yo pensé que...

– Tu no piensas, Eleonora– la mira al fin.

– Es que te vi con ella tan cerca. Ella te estaba acariciando, José Luis– reclama.

– En vez de andar de jodona, deberías de preocuparte por tu hijo que está ahí adentro– dice señalando las puertas por las que un rato atrás había entrado el doctor.

– ¿Cómo está Lucho?

– Hasta que preguntas...

– ¿Está bien?

– ¿Bien?– niega con la cabeza– ¿En todo este tiempo no habías notado que nuestro hijo consumía drogas?

– ¡¿Qué?! Eso no es cierto, José Luis.

– Dile eso a la chingadera de exámenes que le hicieron. Lucho está mal, Eleonora. Necesita ayuda.

– ¿Qué quieres decir con eso?

– Lo voy a meter a un centro de rehabilitación.

– No, José Luis ¡No!

– ¡Lo necesita, mujer!

– ¡Todos se van a enterar de su condición si lo metes a un centro, José Luis!

Shhh– los hace callar una enfermera.

– Si tanto te interesa lo que diga el resto, pues entonces hazte cargo tú.

José Luis se aleja de ella y se sienta en otro sitio. No quería verla ni oírla más. Su esposa estaba tan cegada pensando en como la vería la sociedad que era capaz de ignorar un problema así de grave de su hijo.

Por otro lado, la doña y su hija llegan al carro y se despiden de Amado en el estacionamiento. Se montan a la camioneta y Altagracia comienza a conducir.

– ¿Qué hacías con Amado?– pregunta la rubia luego de un rato.

– Lo de siempre, mamá. Me estaba entrenando y me fue a dejar, pero no estabas y ahí te marqué.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora