LA DOÑA

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Altagracia se levanta de su silla y comienza caminar en dirección hacia José Luis. La luz del lugar se reflejaba en cada vidrio del enorme salón.

Los tacones de la rubia suenan y a su paso los hombres se le quedan viendo

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Los tacones de la rubia suenan y a su paso los hombres se le quedan viendo. Sin duda, la doña robaba todas las miradas. Cuando ya está más cerca del empresario el nota su presencia. Deja de observar a la mujer con la que había estado coqueteando y se enfoca en Altagracia.

La mujer que iba en dirección hacia él tenía un sex appeal demasiado fuerte y no podía dejar de mirarla ni por un segundo. No podía creer que iba hacia donde él, sin embargo, la doña no pretendía precisamente ir directamente dónde Navarrete, ella solo quería captar su atención, del resto se ocuparía el mismo.

Cuando Altagracia pasa por su lado deja una estela de perfume y José Luis no puede ignorar su presencia.

– ¡Oye!– le grita llamando su atención y caminando detrás de ella.

La rubia continúa caminando haciendo como si no lo escuchara. Ella sabía perfectamente como hacer que un hombre no pudiera resistirse a sus encantos.

– ¡Hey!– insiste.

Hace caso omiso a sus llamados de atención hasta que el empresario llega a su lado y la detiene de una vez.

– ¿Disculpa?– dice haciéndose la desentendida.

– Te vengo hablando desde lejos– la mira directamente a los ojos– ¿Cómo es que no te había visto antes?

– ¿Estás seguro que no me has visto antes?– lo mira.

– En este preciso momento no estoy seguro de nada– le sonríe– Déjame invitarte a una copa.

– ¿Siempre invitas a mujeres que no habías visto antes a beber?

– A veces– ríe– Vamos, acompáñame a la barra.

– No, gracias– le sonríe.

Altagracia continúa su camino a Dios sabe dónde, pero nuevamente el empresario la detiene. Esta vez el toma de su brazo.

– ¿Qué haces?– dice al sentir sus dedos sobre su piel.

– Me rehuso a que te vayas sin permitirme invitarte aunque sea a una copa.

– Que insistente eres...

– Eso si que no lo hago con las demás, promesa– le sonríe.

– Mm...– lo mira dudosa.

– Vamos, hermosa– dice sin pena alguna– Solo una copa.

La doña mira a su hija que se encontraba en la mesa expectante viendo toda la situación y luego de que ella le hiciera un ademán para que se moviera, la rubia mira a Navarrete y le sonríe.

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