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La confesión de Altagracia deja a Casillas algo desconcertado. Todo parecía ir tranquilo entre ellos y la decisión de dejar esa distante relación entre la pareja lo tomaba por sorpresa.

– A ver, a ver, mi chula– ríe nervioso· Te estuve marque y marque hoy, quería verte ¿Es por eso que me estabas evitando?

Y así fue. Aurelio estuvo llamando a Altagracia durante el día para verla, sin tener idea del desafortunado encuentro entre ella y Ojeda. La doña, por su parte, no había tenido ánimos de responder a ninguna llamada, mucho menos una de alguien complicaba su vida aún más.

– Estaba ocupada...– se sienta y deja su bolso a su lado junto con su celular– pero estuvo bueno que vinieras, Aurelio– lo mira hacia arriba– porque de verdad necesitamos hablar.

– ¿Hice algo mal?– dice mientras se sienta a su lado.

– No– le sonríe levemente enternecida– Pero necesito que dejemos esto hasta aquí, Aurelio– vuelve a hablar con seriedad– No puedo tener una relación ahorita.

– Es por el pendejo ese de Navarrete ¿verdad?– suelta de una vez sin dejar de mirarla a los ojos mientras su mandíbula parecía volverse cada segundo más rígida.

– No. Si hago esto es por mi. Yo necesito estar tranquila– aclara– enfocarme en mis cosas, mis negocios, mi familia. Quiero recuperar mi vida, Aurelio. Quiero mi constructora...

– Yo te la doy, te regalo una constructora. Dos, si quieres– le toma la mano– Puedo darte todo lo que desees, Altagracia.

Ella le sonríe y suspira luego.

– No quiero que me des nada. No imaginas la satisfacción que siento cuando logro las cosas por mi misma, y ahora necesito mi espacio, Aurelio. Contigo en medio es muy difícil conseguir lo que quiero. Complicas todo, eres una distracción y no me gusta tener distracciones– le quita las manos– Además, bastantes problemas tengo como para agregar uno más a la lista.

– ¿De qué problemas hablas? ¿Alguien te está haciendo problemas?

– Pues...– se pone de pie y camina lentamente por la sala– Lo de Zimmerman es un problema, José Luis es un problema...

– Ese es un problema del que me puedo deshacer ahorita mismo– dice con satisfacción.

– ¡No!– escupe sin pensar.

– ¿No?– frunce el ceño.

– N-no...De ese problema me encargo yo. Aunque hay uno del que sí deberías preocuparte, uno nuevo que se agregó a la lista y que te incumbe.

– ¿Quien? A ver...

– Baltazar Ojeda ¿Te suena?

Al oír su nombre, a Casillas se le eriza la piel mientras a la par sus pupilas se dilatan. No esperaba oír ese nombre, mucho menos de los labios de Altagracia.

– ¿Qué... qué hay con el?

– Me anda siguiendo los pasos desde hace meses Aurelio. Tuvo el descaro de aparecer en mi oficina para amenazarme, y todo esto desde que me comencé a involucrar con ustedes. Por eso necesito que te alejes de mi. Tu eres padre, debes de entender que quiero lo mejor para mi hija y teniéndote cerca solo provocas que ella y yo corramos peligro ¿Entiendes ahora?

El líder de los Casillas baja la mirada sin relajar la tensión entre sus cejas y asiente suavemente. Entendía, ahora sí entendía. Altagracia le estaba dando razones de peso para pedirle que se alejara, aunque en el fondo sabía que no era solo por eso, pero lograba comprender sus motivos...por ahora.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora