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– ¿Y?– insiste– ¿Me van a explicar que pasa con ese wey?

– Lucho– aclara la garganta– Tu vocabulario– se aleja aún más de Altagracia.

La rubia ve la corbata del empresario en el piso y al sentarse la empuja bajo el escritorio con el pie.

– Lo siento– dice el hijo del empresario a la doña mientras toma asiento.

– Hijo, lo que te vamos a explicar es algo complicado de entender– se sienta a su lado y toma su hombro.

– Pero ya díganme. Esto está bien pinche raro.

– ¡Lucho!– le golpea la espalda.

– Si el papá dice groserías todo el día ¿Que vas a esperar de el?

El empresario la mira algo divertido por su comentario y niega con la cabeza.

– ¿Me van a explicar que está pasando? ¿O prefieren que les pregunte que estaban haciendo cuando llegué?

Inmediatamente la pareja se mira sin saber qué hacer.

– Lucho– dice José Luis despegando lentamente la mirada de la doña– No es...

– Tu papá anda demasiado tenso y solo le ofrecí un masaje. Nada más– dice de una vez.

– Ya...– mira a José Luis– Pero yo quiero saber qué pasa con el vato ese que vino.

– Lo que pasa es que el cree que Altagracia y yo estamos juntos, que tenemos una relación muy seria, y que su hija y tú se quieren como hermanos, eso es.

– ¿Qué?– ríe– Pero pa, eso es ridículo ¿Es una broma?

– No– dice la rubia– Es en serio.

– Pero ¿Por qué va a creer eso?– mira a su papá– ¿O sea que sí estás engañando a mi mamá?

– ¿Cómo dices eso, Lucho?– niega– El cree eso, porque de un principio pensó que Altagracia y yo estábamos casados.

– Ah, y no pudieron decirle que no– se cruza de brazos.

– No, Lucho– dice Altagracia– Ese tipo tan agradable que viste aquí, no es tan agradable cuando las cosas no se hacen a su modo. Tu papá estaba preocupado por ustedes, por lo que él pudiera hacerles, por eso decidí apoyarlo en esta maldita farsa. Y no creas que para nosotros es muy divertido todo esto.

– Ahora entiendo porqué me pediste que te siguiera la corriente...

– Si, es por eso– confirma la doña.

– ¿Y ahora qué haremos? Yo ni conozco a tu hija.

– Mónica te va a caer bien, hijo– le acaricia la cabeza– Tiene un carácter algo fuerte, como la mamá– mira a la empresaria– pero es menos cerrada que ella.

– Ah, ustedes tres se conocen súper bien por lo que veo.

– Trabajamos juntos todo el día– dice Altagracia– Tenemos que conocernos.

– Bueno ¿Y qué va a pasar con mi mamá?

– ¿Podrías dejar de pensar en tu mamá, Lucho? ¡Por favor!– dice el empresario algo molesto y se pone de pie para dar vueltas por la oficina– Tu mamá no es una santa para que la defiendas tanto. Ella va a tener que saber, pero no va a pasar nada más con ella.

– Está bien– levanta los brazos en forma de rendición– No la nombro más.

– Te lo agradecería.

– Yo creo que deberíamos ponernos de acuerdo con las cosas que diremos este fin de semana. Sino, el imbécil de Zimmerman va a darse cuenta que seguimos mintiendo– dice la rubia.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora