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Altagracia apunta con el arma dejando a aquel hombre que acababa de entrar en el edificio y a sus guaruras detenidos frente a ella.

– No hagan nada– le dice a los dos hombres que lo acompañaban– Déjenme solo con ella.

La rubia mira al empresario algo dudosa y luego mira a su abogado. Le hace un gesto y este se aleja para darles espacio.

– ¿Qué haces siguiéndome?– dice sin bajar el arma. 

– Vine a recordarte, ahora que estás libre gracias a mi, que tienes una deuda conmigo– dice con seriedad. 

– Lo sé, no me lo tienes que venir a decir todo el tiempo– continúa apuntándole– Pero si no te largas no puedo devolverte el dinero.

– A ver, Altagracia– se acerca a ella sin importar que una pistola ahora tocaba su pecho– Nuestro trato no es ese.

José Luis posa sus dedos sobre el arma y la sostiene con delicadeza mientras baja así la mano de la doña. El corazón de Altagracia se comienza a desesperar al contacto de la piel del empresario con la suya y ante esa incomodidad, hace un movimiento brusco para hacer que deje de tocarla.

– ¿Qué es lo que quieres?– dice en seco– Si buscas sexo, olvídalo. Yo no saldo mis deudas de esa manera.

– Ay, hija de la chingada– ríe y en un movimiento rápido la toma de la cintura y la pega a su cuerpo– ¿Acaso parezco la clase de hombre que te pediría algo así? ¿Eh?

– ¿Quieres que te responda eso?– lo mira desafiante.

– Yo no quiero nada de eso de ti– detiene unos segundos sus ojos sobre los labios de la rubia– También tengo mi orgullo de hombre– vuelve a posar su mirada sobre la de ella– Y no me voy a andar acostando con la persona que me quiere quitar mi empresa– le sonríe.

– ¿Y entonces que quieres?– levanta un poco el mentón– ¿Que te dé las gracias? Pues gracias, Navarrete.

– Me gusta que agradezcas, pero el trato era otro– la suelta– Te quiero mañana a primera hora en mi constructora para explicarte cual será tu trabajo ahí.

– Estás empeñado en humillarme...– se cruza de brazos. 

– No, Altagracia, lo que quiero es que cumplas tu parte del trato. Esa será tu manera de saldar tu deuda conmigo– se mete las manos en los bolsillos. 

– Está bien– lo mira– Mañana estaré allá. Ahora vete, por favor. Este es mi hogar ahora, no te quiero aquí. 

José Luis la mira y dibuja con sus labios una media sonrisa. Sentía satisfacción al verla incómoda con su presencia ahí.

– Nos vemos, Altagracia– dice finalmente.

El empresario se da la media vuelta y se retira del lugar. El lo único que esperaba de esa visita era hacerle ver que ahora quien tenía el control de todo era él. Ella no podría manipularlo como lo hacía con todos los hombres. 

La doña observa a José Luis hasta que desaparece del todo. Finalmente se acerca al abogado, quien la esperaba frente al elevador. 

– ¿Qué quería?– dice Roldán al tenerla ya a su lado.

– Obviamente, restregarme en la cara su ayuda– entra en el elevador.

– ¿Te dijo lo del departamento?– pregunta asombrado.

– ¿Cómo?– lo mira.

– Es que me dijo que no te lo mencionara, pero no sabía que era para luego el mismo humillarte con eso.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora