CASILLAS DESPERTÓ

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– Que alegría verlos tan enamorados–
dice el alemán aproximándose para saludar a la pareja de empresarios.

Se acerca a Altagracia y José Luis la mira aún sorprendido por el pequeño beso que le había dado cuando Zimmermann entró. Ella también posa sus ojos sobre él y recibe el corto abrazo del alemán que luego se acerca al empresario para saludarlo de igual manera.

– Pensé que vendrías un poco más tarde– dice José Luis.

– No, es que estaba de camino– les sonríe– Tu secretaria– mira al empresario– me dijo que habías venido a la oficina de Altagracia y por eso pedí permiso para entrar ¿Estaban en algo muy...íntimo?

– Un poco– dice José Luis mirando a la rubia– Pero no te preocupes, tenemos toda la tarde para seguir hablando ¿Verdad, amor?

– Claro– lo mira.

– Bueno, toma asiento Hans– dice señalándole la silla.

José Luis deja su mano sobre la espalda baja de la doña y la lleva así hasta su escritorio donde ella toma asiento. El se para a su lado mientras apoya sus manos sobre los hombros de Altagracia, quien, ante el tacto de Navarrete, siente un escalofrío apoderándose de su cuerpo e intenta disimularlo para no hacerle ver al empresario lo nerviosa que lograba ponerla.

– Yo venía a hacerles una pequeña invitación– se cruza de piernas– El sábado estoy de cumpleaños y a mí me gusta celebrarlo en grande. Tengo un hotel privado en Acapulco y normalmente ahí hago una fiesta con mis amistades, familia, ustedes saben, y quiero que ustedes vayan como matrimonio.

– Genial– dice José Luis– ¿El sábado nos dices?

– Si, pero es con quedada. Sería viernes y sábado y ya el domingo nos volvemos a Ciudad de México.

– Pero los niños– dice Altagracia intentando evadir la invitación.

– ¿Cuántos años tienen?– pregunta Zimmermann.

– Veintidós.

– Veinticuatro.

Dice la pareja al unísono dejando nuevamente al alemán confundido. Parecía que nunca se ponían de acuerdo para hablar.

– Es que...– agrega la doña– Luis tiene veinticuatro y Mónica veintidós.

– Ah, ya entiendo. Pero entonces no pasa nada si los dejan solos un par de días. Los papás igual necesitan darse unas vacaciones ¿No?

– Si es que...

– Lucho no puede quedarse solo, se porta un poco mal– agrega el empresario.

– Ah, pero quizás puedan dejarlos con alguien, algún familiar, una tía, algo.

Altagracia mira a José Luis como si pudieran comunicarse telepáticamente y luego de unos segundos, el empresario le da una respuesta al alemán.

– Está bien, Hans– dice José Luis– Vamos a ir– sonríe.

– ¡Perfecto! Bueno, les cuento más o menos como será todo. El viernes nos iremos temprano para que lleguemos a un almuerzo que estará esperándonos frente a la playa. Es todo privado, no se preocupen por nada ni nadie– sonríe– Luego habrá una cena. Al otro día será similar, pero en la noche habrá una fiesta con amigos y familia y lo pasaremos muy bien, y el domingo ya nos vendremos luego de almorzar ¿Qué les parece?

– Me gusta– dice el empresario– Con Altagracia necesitamos un tiempo juntos ¿Verdad?– pasa suavemente su mano por el cuello de la doña.

– Así es– sonríe.

Tu ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora